81. EL ALMENDRO, de Camino
Todas las mañanas ando y desando treinta y cinco veces el camino que va de la casa al almendro. Y por las tardes, otras treinta y cinco en verano, y quince menos en invierno.
Al principio la gente del pueblo me saludaba amablemente – ¿dando su paseo, Agustín?, es bueno hacer ejercicio- me decían. Cuando llegaron las primeras lluvias, las mujeres me reñían preocupadas desde las ventanas. Más tarde, pasaron a ignorarme y a murmurar a mi paso, como lo hacíamos nosotros cuando veíamos al niño tonto de Mercedes hablando solo en la plaza.
Pero continué con mis paseos, y aunque había días en los que me desalentaba, ¿recuerdas como desaparecen las lindes del camino bajo las nieves de diciembre? Yo ya había memorizado tus huellas cuando llegó el temporal.
Amor mío, ahora tengo que dejarte, temo que alguna bicicleta madrugadora borre mis pisadas de ayer y no pueda volver a poner mis pies sobre los tuyos antes de que volvamos a vernos.