77. FRÍO EN EL BOSQUE, de Tomillo
Pasado el merendero miró hacia los árboles. Horas y horas de lluvia inmisericorde, oscuridad fúnebre, vientos que azotaban la ciudad con furia. La oscuridad impedía vislumbrar más que una cueva negra y penachos que se recortaban sobre ella. Las copas se movían organizadamente por el vendaval. El policía sintió un escalofrío. Al girar la vista al frente, dió un brusco frenazo para no chocar contra un Volvo familiar que le precedía. Agarrando con fuerza el volante sintió como sus latidos le taladraban las sienes. No podía dejar de acordarse del cuerpo de la chica española tapada sobre la manta de aluminio.
Cuando levantaron el cadáver en el bosque una mañana de Abril se encontraron con una joven estudiante bajo una oquedad de las ramas. El amanecer había cubierto de humedad su ropa ensangrentada. Recordó haberse fijado especialmente en sus zapatillas, estaban empapadas. Estúpidamente sintió que aquel cadáver tendría frío en los pies. Ahora, asiendo un volante que se le clavaba en la alianza, notó sus pies, helados. La calefacción del Ford no le reconfortaba lo más mínimo.
Tardó veinte minutos en recorrer unas anegadas calles. Avenidas de la periferia de la ciudad, una calzada colapsada y, a sus pies, frío.
Que buenas descripciones y ritmo. Transmites la atmósfera con realismo y también muestras los sentimientos con pequeños matices. Me gusta tu estilo.
Saludos.