65. EL RITUAL, de Irati
El bosque desbordaba magia desde sus laderas, las centenarias copas se fundían en un juego multicolor de verdes y ocres que ponían de manifiesto la convivencia de árboles traídos de los tres continentes. El valle cubierto de una densa y colosal vegetación, en la que se localizaban gigantescos ejemplares de fresnos de Pensilvania, ginkos biloba de Asia, palmeras asiáticas, pinos mejicanos, secuoyas, tilos y tuyas americanas.
Junto a ellos, árboles autóctonos y de la flora europea, como alcornoques, encinas, hayas, lentiscos, madroños, olivos, olmos, robles y tejos.
Entre tanta belleza Jano puso en práctica el ritual de todos los días, momentos después entre abetos del Himalaya, acacias australianas, alcanforeros japoneses, araucarias brasileñas, cedros del Cáucaso, eucaliptos de Tasmania, una mujer se iba corporizando en forma lenta pero constante.
Había sido tal el deseo que la imagen de su mente se convirtiera en realidad que la mujer se materializó, a pesar de lo improbable de que el suceso ocurriera.
Lamentablemente cuando finalizó, sintió que ella no era como esperaba. Tenía las piernas desmesuradamente largas y sus pechos demasiado pequeños para su gusto.
Mañana, en la inmensidad del bosque lo intentaría de nuevo.