45. SETENTA Y PICO PRIMAVERAS (Mødes)
La luz del último verano ha empezado a apagarse en su cerebro.
Y, como si fueran hojas secas en otoño, sus recuerdos tapizan ahora el suelo de nuestra habitación.
Y él juega con ellos, los tira al aire y después los pisa, sin dejar de sonreír.
Y yo lo miro con amor y también sonrío.
Porque, cuando anide en su memoria la eterna noche del invierno, sé que lloraré.
La luz simboliza y conlleva, casi siempre, vida y esperanza. Nunca hay tanta como en verano. Durante el otoño, por el contrario, comienza a mermar. Igual que se desprenden las hojas de un árbol, los recuerdos de tu protagonista caen en terreno baldío, secos y sin esencia que los alimente. Su compañera permanece a su lado, testigo de esas facultades cada vez más mermadas, temerosa de la llegada del invierno y su imposición de oscuridad.
Un relato que muestra la amenaza que más tememos, tanto si surge de repente como si se adueña poco de la claridad de un ser querido. Por mucho que nos la anuncien, la muerte siempre produce dolor e incomprensión.
Un abrazo, Modes. Suerte
Admirado Ángel, eres más bonito que las pesetas.
Y si no existieras, tendríamos que inventarte.
No sabes hasta que punto valoro tus análisis, aunque en esta ocasión yo no hablaba de la llegada de la muerte. Más bien lo hacía de esa maldita enfermedad que arrasa el cerebro, despojandote de todos tus recuerdos.
Un abrazo gordote, maestro.
Ya siento no haber estado más fino. De una forma o de otra, el relato es genial.
Ahí va otro abrazo
Vaya Modes, no creí que me pudiera entristecer esta tarde de viernes, pero por un momento lo he hecho, sin embargo, luego he recapacitado y he visto que tus lágrimas, en el fondo, eran una manera de expresar, no solo que sientes su marcha sino que te alegra que por fin haya podido volar con las hojas que atesoraba.
Muy bonito Modes, como siempre. Abrazos de otoño.