53. LA LOMBRIZ ATRAPACOLORES, de Quercus
No paraba de hablar. De todo y de nada. Y de pronto nada dijo cuando debía hacerlo. Guelmi correteaba de un sitio para otro cantando aquella canción extraña, con una letra inventada para cada momento. Siempre la misma música, ordenando las hojas una y otra vez a medida que caían de los árboles. Yo soy mucho más tranquila. Intentaba capturar el aire que las libélulas dejaban cuando revoloteaban despidiendo los colores que debía guardar para la primavera. El invierno se echaba encima. Sigilosamente me apeé de la piedra musgosa y me deslicé a través de las hojas, me adentré en la tierra encogiendo y alargando mi cuerpo como es costumbre. Allí descubrí a las demás quietas como esperando algo inaudito. Sentimos un ligero crujido, un movimiento en todas direcciones. Guelmi comenzó de pronto a cantar.Todas salimos a la superficie. El pequeño elfo bailaba alrededor de una pequeña flor de azafrán. Me acerqué a capturar el color. Asombrada por la soledad de la hermosura me alejé con Guelmi que no paraba de contarme historias sobre seres solitarios que habían conseguido unir a otros a la tierra. Esperanzador es que la soledad de unos consiga unir a otros tan diferentes.
Esperanzador y hermoso este cuento.
Muy bonito: «los colores que debía guardar para la primavera», ojalá se pudieran guardar. Hermoso cuento. Enhorabuena
Ojalá tu mensaje se cumpla!!
Un cuento precioso. Enhorabuena
Hay que felicitar a la autora de esta cosa por tener excelentes amigas. ¿Escribirán ellas, a la par que loan, engendros similares? Vivan las alabanciosas, que diría Miguel Espinosa (es un escritor).