48. Cien años bajo cero (Fuera de concurso)
Al principio fue la luz, intensa y blanca, el mayor obstáculo, obligándome a cerrar los ojos de nuevo y a intentarlo una y otra vez hasta que aquel brillo cegador de cuanto me rodeaba fue desvaneciéndose como la bruma al avanzar el día, descendiendo sobre las cosas que lo emanaban hasta volver a formar parte de ellas, de su contorno primero y su materia después, y acabar definiéndolas en toda su nitidez y contraste. No fue cosa de un rato, sino de días, y todo lo que en ellos pude ver y hacer permanecerá por siempre en mi recuerdo envuelto en un aura ultraterrena.
Nada más salir de la clínica fui a verlo. Me recibió en una silla de ruedas. Casualmente cumplía ciento treinta años, ochenta más que yo, o treinta menos, según se mire. Lo imaginaba así. Nos miramos callados, y hasta temerosos, como si un abismo nos separara. Todavía torpes, mis manos de mamut rebuscaron en el bolso y sacaron un paquetito. «Felicidades», le dije finalmente al entregárselo. Pude ver entonces su respiración agitarse. E incluso una chispa de ilusión infantil en sus ojos al abrirlo. La misma que cuando le traía algún juguete al volver del trabajo.
Si fuera posible la hibernación y, mucho tiempo después, volver a despertar, no me imagino una descripción mejor ni más creíble que la del primer párrafo, en el que la luz vuelve a ser más que un simple destello, hasta asumir la función a la que estamos habituados: la de dar forma a los contornos y definir nuestro mundo.
Si pudiéramos poner un paréntesis de ochenta años y volviésemos al mundo ya no sería el mismo, nuestros seres queridos tampoco, en el caso de que aún existieran. Sin embargo, hay cosas que nunca cambiarán, el amor de madre e hijo y la alegría infantil ante un regalo, se tenga la edad que se tenga.
Fuera de concurso o no, siempre merece la pena leerte. Tus letras son un lujo de originalidad y buen hacer.
Un abrazo, Enrique
Hola, Ángel. Ya sabes que el lujo para mi es recibir tus en todos los aspectos valiosos comentarios. Ese primer parrafo es una muestra de cómo los condicionantes del tema te llevan casi siempre por caminos que de otro modo nunca habrías tomado. Me alegra mucho tu generosa opinión sobre él. En cuanto a la situación que le sigue he tenido en cuenta esas cosas que dices que nunca cambian y supongo que, de ocurrir semejantes encuentros algún día en la realidad, alguno de ellos podría parecérsele. Un fuerte abrazo y muchas gracias por todo.