20. Cazador de sombras (Javier Igarreta)
Llevaba tiempo tras su rastro y aquel atardecer otoñal la encontró en un claro del bosque. Como una consumada bailarina de ballet, ejecutaba sus insinuantes cabriolas en medio de un tapiz multicolor. Apostado tras un matorral y subyugado por aquellas poses tan cautivadoras, el cazador, asumiendo el papel de improvisado voyeur olvidó casi por completo la querencia de su arco. La incidencia oblicua de los rayos solares prolongaba en dramáticas sombras las evoluciones de la gacela. Mientras contemplaba extasiado aquella magnética escena, el cazador se removió en su puesto de observación, provocando un crepitar de ramas que resonó en la quietud del bosque. Sintiéndose sorprendida en su grácil danza, la gacela miró en derredor y oteando la amenaza adoptó una actitud huidiza. A punto de perder su sombra inició un vigoroso trote que excitó el instinto del cazador. Viéndola a tiro, tensó el arco, apuntó a su silueta evanescente y conteniendo la respiración disparó. La flecha se incrustó en el ocaso. Sobre la hojarasca solo quedó un remolino de hojas secas.
No se puede cazar una ilusión o, aún más difícil, una sombra. La danza de la vida frente al ojo avizor de la muerte y el peligro simbolizado en el cazador han tensado la lectura de este texto.
Me ha gustado. Un saludo.
Muchas gracias por comentar mi relato. Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Los seres humanos tenemos la querencia de poseer aquello que nos produce belleza, como un amanecer que nos apresuramos a fotografiar con el móvil. Tras haber tomado la imagen, por mucho que la retoquemos, nos damos cuenta de que lo que contemplamos y sentimos la primera vez poco tiene que ver con esa imagen congelada y un tanto artificial, diferente a la que contemplaron nuestros ojos.
Este cazador que parece haber errado su disparo, al disparar a la sombra en lugar de a la figura material, quizá haya fallado de forma inconsciente, convencido de la imposibilidad de retener la libertad y la gracilidad. El animal muerto o agonizante en el suelo hubiera perdido todo su hechizo. En ese sentido, mejor ser cazador de sombras.
Un relato lleno de poesía y admiración por la naturaleza y la vida.
Un abrazo y suerte, Javier
Una bonita historia con final feliz, creo que incluso para el cazador.
Permíteme la expresión, muy chula.
saludos
Como dices, seguro que se sintió feliz de haber tomado esa decisión. Sin duda influyó el escenario.
Muchas gracias y un abrazo.
Bueno, Javier, pues si es un cazador tan enamorado de sus presas que no atina en el tiro, es genial.
Me ha gustado mucho como has descrito el paisaje y la despreocupación de la gacela. Quiero pensar que el cazador provocó esa circunstancia, ser visto o intuido por ella, quiero pensar también, que no fue el impulso criminal no controlado y dominador lo que le hizo errar el tiro. Ojala no volviera nunca por el bosque, armado.
Feliz noche Javier.
Muchas gracias por tu comentario. Me doy por aludido en lo de la fotografía que con la llegada de los smartphones se la vuelto un tanto trivial. Bien traído el tema, pues no en vano a los fotógrafos se les suele llamar cazadores de imágenes.
Un abrazo.