23. Una nueva vida (Marisa Martínez Arce)
Cuando compramos la casa, lo que nos hizo decidirnos no fueron sus metros cuadrados ni sus acabados. Nos impactó su tejado de pizarra a dos aguas y sus preciosas vistas al bosque.
Hoy, sentada tras los cristales de la ventana, intento recordar mi vida anterior. Desde aquí puedo oler el bosque, escuchar cantar a los pájaros, el tintineo de las hojas mecidas por el viento, el sonido de la lluvia. Los días de tormenta prefiero acurrucarme en el sillón, arropada bajo una manta de cuadros. Allí espero paciente la llegada del trueno. Siempre me asusta por lo inesperado, me sucede desde niña. A mi perro le ocurre lo mismo y se tumba a mi lado apoyando su cabeza sobre mis piernas hasta que pasa todo. Esos días sabe que no hay paseo, que debe ir a los periódicos de la galería.
Se me está haciendo muy difícil acostumbrarme a esta nueva situación. ¿Cómo puede cambiar todo en un instante? Lo único que recuerdo de aquella mañana es un frenazo y un golpe seco. Despertar en el hospital y semanas de aprendizaje memorizando todo mi entorno. Vivir sin ver es duro, pero más duro es tener que vivir sin ti.
La vida siempre sigue, incluso tras un grave percance, no solo físico, sino también psicológico. Eso de que todos tenemos nuestra hora es muy cierto. Una vida nueva sin el sentido de la vista y sin la persona con la que hemos decidido, de mutuo acuerdo, compartirla, une a la gran dificultad sobrevenida una soledad impuesta. Pese a todo, tu protagonista ha aprendido a valorar más que nunca las pequeñas cosas con el resto de los sentidos, que sin duda ha desarrollado más, demuestra con ello y con la aceptación de su estado una gran sabiduría y una enorme madurez que no todo el mundo sabría tener, lo cual no quita que eche de menos a su compañero. Demuestra ser, por todo ello, un gran personaje.
Un abrazo y suerte, Marisa
Tal y como empezaste, pensé que iba a ser una bonita historia de paz y felicidad, entendiendo por felicidad, ese estado de plenitud y sosiego. Sin embargo, en un momento has virado, tal vez como el volante del coche de tu protagonista, no sé, pero de pronto, toda la oscuridad de la pizarra ha caído como una roca sobre los ensueños de esa persona.
Quizá porque es domingo, la he sentido triste, muy triste, entre las cosas que tanto le gustaban.
Buenas noches Marisa.
Tu historia me ha conmovido. La que parecía una narración llena de felicidad se ha convertido, por ese coche, en una desgracia donde se funden la ausencia del ser querido con la pérdida de uno de los principales sentidos gracias al cual percibimos el mundo. Espero que solo sea ficción. Un abrazo. Gloria Arcos