52. Érase una vez (Marta Navarro)
En medio de un bosque espeso y muy oscuro, despertó Olivia. «¡Un bosque embrujado!», pensó la niña, mientras el viento llenaba de rumores las encinas y tras los helechos corría la sombra fugaz de alguna criatura solo en sueños entrevista. No sintió miedo, al contrario, el raro embrujo del lugar cautivó su corazón. Desde luego, era un buen sitio aquel para que, de cuando en cuando, se aparecieran las hadas y, en torno a ellas, elfos y gnomos pudieran, traviesos, danzar en las brillantes noches de luna llena.
El trino sonoro de los pájaros −ruiseñores, abubillas, petirrojos− anunciaba la llegada de la primavera; bandadas de mariposas blancas y azules coloreaban humildes matojos de florecillas silvestres; el cristalino vibrar de las libélulas rompía el silencio con que un arroyo, recién apenas nacido del deshielo, discurría por el valle.
El sol arrancaba resplandores de cristal a las primeras hojas de los álamos, mientras ellos alzaban hacia el cielo sus ajados brazos, tanto tiempo secos y desnudos.
Atrás, a lo lejos, moría el invierno.
Y, de pronto, una niña serpenteaba el sendero. Dulce y pequeña princesa de un cuento todavía sin contar. Feliz capricho de un hada. Bello sueño por soñar.
¡Qué preciosa historia que transcurre en un lugar mágico!
¡Muchísimas gracias, Gloria! Contentísima porque te haya gustado,
Los niños y niñas son la mejor gente que existe. Mirándoles sentimos la esperanza de que el mundo, cuando esté en sus manos, pueda mejorar, que falta le hace. Esta pequeña apunta maneras, al superar el miedo inicial de adentrarse en el bosque, con el que se acaba fusionando en feliz armonía. Esta niña alegre puede que sea, como bien dices, un «capricho de un hada», alguien en quien está condensado el milagro de la vida, con quien todos los sueños son posibles.
Un abrazo y suerte, Marta
¡Qué bonito lo que dices, Ángel! Muchísimas gracias.