46. Finis Terrae
El día que padre y madre nos dijeron que nos íbamos al fin del mundo pensamos que habían enloquecido, pero fue tal su insistencia que no tuvimos más remedio que acompañarles en tan fantástico viaje.
En el camino nos dejamos arrullar por el canto de las sirenas, volamos a lomos del ave Fénix, y el mismísimo Can Cerbero nos acompañó hasta lo más profundo de la tierra, donde supimos de todo lo acontecido desde el Big Bang hasta nuestros días. De vuelta a la superficie atravesamos un inmenso bosque y en los anillos de los árboles leímos cuanto el hombre había escrito. Al salir nos regalaron la rosa que había presidido durante tantos años el panteón familiar, siempre en flor. Con ella podríamos recordarles y conocer todo nuestro linaje hasta el origen de los tiempos. Y entonces se perdieron, cogidos de la mano, en una inmensidad de luz.
Después cada uno de nosotros siguió su camino, pero todos los años, cuando nos reunimos para honrarles, recordamos el amor que irradiaban sus sonrisas antes de desaparecer, ese mismo amor con el que nos acompañaron toda la vida e inculcaron lo poco que conocían. Un viaje que nunca olvidaremos.
La crónica de un viaje desde el principio de los tiempos, de la mano de unos padres que dieron todo a sus hijos. Éstos, por su parte, demuestran gran cariño hacia sus progenitores, haciendo bueno aquel dicho de: «Es de bien nacidos ser agradecido».
Una historia llena de magia y buen recorrido, el de toda una existencia.
Un saludo y suerte, Javier
Muchas gracias por leer y por el comentario, Ángel.
Hola Javier. Delicioso elogio a unos progenitores que enseñaron confianza, respeto, amor y conocimiento. La aventura de una vida con ellos. Grande. Abrazos.
Muchas gracias por el comentario, Rafa.
¡Saludos!
Hola, Javier
Bonito y nostálgico viaje al fin del mundo, Finis Terrae.
Muchísima suerte!
Hola Aurora,
Muchas gracias por leer y el comentario. A ver si te animas que no te he visto todavía en esta convocatoria.
¡Saludos!
Hola,Javier, te devuelvo tu visita, pero yo algo más cansada, después de este viaje tan maravilloso y completo, y tan bien narrado, creo que me tomaré un descansito…
Un saludo y mucha suerte.
Pero bueno, Javier, después de ese viaje con los padres, quién necesita otro, ya resultaría soso. No me extraña que sea inolvidable, como símbolo de lo que son los padres. Todo lo que sugiere tu relato, en imagen y significado, una maravilla. Disfruté leyéndolo, ¡mucho! Un abrazo.