Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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74. Recetario para la melancolía

Mi abuelo, Don Enrique, como solían llamarlo en el pueblo que le vio nacer, dejó atrás Aracena, acompañado de su esposa, para abrir una librería en Madrid.
Cuentan que a mi abuela Soledad la consumía la nostalgia de su tierra, y él, no sabiendo cómo consolar su pesar, mandó trasladar una encina desde la antigua finca hasta el patio del nuevo domicilio, junto con un gorrino que comía las bellotas que de esta caían. Mas tan titánico trasplante no bastó, pues, en las tardes de lectura, ella seguía regando con lágrimas de añoranza las raíces del árbol con cuyos frutos engordaba el cerdo.
Quiso mi abuelo, cuando llegó San Martín, agasajar a los amigos con los torreznos provenientes del animal. Dicen que las intensas emociones que aderezaron este manjar, aliñado de llanto y versos, le confirieron un peculiar sabor, y que todo el que lo probaba se veía embargado por una inmensa tristeza y abandonaba emocionado la casa familiar. Desde aquel momento, ese lugar se convirtió  en un templo de nostalgias y del buen yantar, y tal efecto aún perdura, a lo largo de los años, en la pluma  y en el recetario de las mujeres de nuestro linaje.

3 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    No tiene el mismo sabor un animal criado en cautividad en una granja que en el campo, es algo probado. Si a ello se une que somos lo que comemos, es lógico que este cerdo absorbiese, para bien y para mal, el ambiente, con nostalgia incluida.
    Un relato original con un título muy sugerente.
    Un saludo, María

  2. Tiene ese aire surrealista que recuerda a El bosque animado o Amanece que no es poco. Me encanta esa herencia que entronca cocina y literatura. un potaje endecasílabo, un soneto de garbanzos… Mucha suerte María, me parece genial la historia de Don Enrique y su señora.
    Suerte!!
    Besosssss!!