108. Homeríos (José R. Codina)
Con épica voluntad y perseverancia, solteros y casados del pueblo hacemos cola cada noche en la puerta de tu dormitorio. Pero tú, erre que erre, con esa puñetera manía de la castidad y esa fidelidad omnímoda que te caracteriza, engañando nuestras ganas de ti con dulces y besos volados que no terminan de saciarnos. Y luego está ese vicio tuyo del ganchillo que nos trae a todos por la calle de la amargura. Imperturbable en tu mecedora, las manos como erizos plateados, tejiendo sin descanso noche y día. Algunos, los más viriles, empiezan a flaquear y prefieren distraer la espera con una mano de mus y un sol y sombra en el bar de enfrente. Yo me rindo a tu tesón, y por si sirve de algo, me he hecho con una vieja mecedora, y he aprendido a dar las primeras puntadas para ayudarte a terminar, si me dejas, esa bufanda infinita que tanto tiempo te quita.