109. De paseo con el abuelo
–¿Cómo ha sido tu vida?– pregunta el niño.
–Creo que, a pesar de las dificultades, ha sido feliz. Solo lamento haber olvidado las cosas tan bonitas que sentía cuando tenía tu edad– contesta el anciano.
–Si de mayor quiero ser feliz, ¿tendré que olvidar que he sido un niño, como tú?
Sorprendido por la pregunta, el anciano esboza una amplia sonrisa, a pesar de que los músculos del rostro ya casi no responden a los del corazón.
–Escúchame, pequeño… cuando crezcas, y seas casi un hombre, los mayores te dirán que para ser feliz hay que hacer cosas que no te hacen feliz. Pero si no olvidas esas cosas tan bonitas que hoy sientes, tú sabrás entonces lo que debes hacer.
Un rayo de la tarde atraviesa la ventana e interrumpe el sopor de Jacinto. Bebe un poco de agua y se incorpora sobre la butaca para contemplar los setos del jardín vacío de la residencia. Marieta, su ángel del turno de la noche, entra en la habitación a saludarle.
–Buenas tardes, Jacinto, ¿cómo va el día? A ver si ya pronto puedes recibir visitas… ¡Uyyyy, qué buena cara!, seguro que has vuelto a ir de paseo con el abuelo.