95. Devórame otra vez (Pilar Alejos)
Nada más verla, me impresionó su elegancia, sus zapatos de tacón de aguja, que estilizaban sus piernas y tanto me excitaban; su manicura de uñas sofisticadas, pero salvajes; el maquillaje perfecto, de pestañas infinitas, que daban a sus ojos un cierto aire de misterio y labios carnosos con destellos de rojo deseo.
Apenas hablamos durante la noche. Dejamos que lo hicieran nuestras manos con su lenguaje de caricias. Enmudecimos, labio a labio, deseando devorarnos sin prisa. Nos convertimos en sombras que arden y se desdibujan a la luz de las velas. Embriagados por el perfume de nuestra piel, dejamos impresas nuestras ansias sobre aquellas sábanas de negro satén, como si fuéramos fotogramas en negativo de una pasión hecha cenizas. Y caímos exhaustos tras saciar nuestra sed de locura.
El amanecer, poco a poco, iluminó la habitación con su luz tenue, desvelándome sin máscaras, sin ropa ni complementos caros, su desnudez. Su largo cabello seguía ocultando su rostro, ahora sin maquillaje ni pestañas postizas. Aunque pude reconocer esa espalda única, tan distinta de las demás. Desde hacía años, la abrazaba cada noche mientras dormía.
En cada situación somos nosotros mismos y, a la vez, personas diferentes. Una mujer aparece vestida, maquillada, arrebatadora, en el primer párrafo. Como si una cosa llevase a la otra, en un universo que es consecuencia del primero, aunque diferente, con luz escasa es como si fuese alguien distinto en el párrafo siguiente. Todo cambia de nuevo en el último, bajo las primeras luces, sin penumbras, sin ropajes ni adornos. Allí es donde es reconocida como aquella que siempre buscó, una mujer que es la suma de todas las anteriores.
Una buena simbiosis de pasión y sentimientos.
Un abrazo y suerte, Pilar
Agradezco mucho tus comentarios, Ángel, por la facilidad que tienes para captar el mensaje.
Mil gracias por tus palabras.
Besos apretados.
Hola, ‘vecina’. Cómo te haces de rogar.
La imagen que se da y lo que hay detrás, no siempre coinciden. Y no sólo son ellas, y por desgracia no es sólo la imagen física.
Un matiz que me gusta mucho es lo del negro satén, porque lo define todo en dos palabras.
Finalmente, quería despedirme de ti, pues escribir no es algo que me traiga buenos recuerdos y ya hace tiempo que se acabó para mí.
Añadir, si me lo permites, que ha sido un placer y un honor conocerte. Y darte las gracias, sobre todo, por compartir. Te deseo todo lo mejor que la vida te pueda dar.
Luz, amor y vida. Siempre.
J. Ignacio, lo primero de todo, disculparme. No había leído tu comentario. Paso poco por la web y como no te avisa…
Agradezco mucho tus palabras para mi micro.
Siento mucho que dejes de escribir, pero solo puede uno hacerlo cuando de verdad lo necesita. Espero que sea solo un descanso para respirar y tomar fuerzas renovadas.
Ha sido un placer este tiempo de letras compartido contigo.
Te deseo mucha suerte en lo que decidas emprender en el futuro.
Besos muy apretados, vecino.