OCT195. LA CITA, de Patricia Mejías
Los sirvientes le impedían salir más allá de los linderos de la propiedad von Duisburg. Durante meses, a través de la reja de hierro forjado, mantuvo un intercambio de confidencias con una niña del exterior. Él anhelaba la vida lejos del mármol, el granito, los jardines de flores y pinos… Algún alimento fresco, y no esos estofados con sazón de hierbas sepulcrales que degustaba a la luz de los cirios. Y esa noche, tras aquella verja, lo esperaban las promesas de un rostro nuevo y labios fragantes a humanidad.
— ¡Thomas! —El grito paternal lo detuvo—. Ella no es de tu clase. Tú perteneces a un linaje muy antiguo y superior.
El barón von Duisburg y un cerco de sirvientes le complicaban el escape.
A pesar de llevar su mejor mortaja, traspuso de un salto los portones del panteón familiar. Unos gritos estridentes al otro lado, y el padre exclamó:
— ¡Siempre fue un salvaje que quiso comer la carne cruda!
Buen ritmo y buena mezcla de vivos y menos vivos, y sobre todo ese final que rompe la expectativa, para bien y con humor. Suerte y abrazo.
Patricia, hoy es Halloween y tu relato encaja totalmente con el día. MPRRRR. Qué miedo, creo que no voy a comer carne por lo menos diez días. Muy bueno , felices fiestas. Un fuerte abrazo, Sotirios.
Patricia, coincido totalmente con el comentario de Sotirios. Suerte y saludos
Y yo!! Pero es que me ha encantado. Jijijijiiji, qué salvaje, el chavalín!!
Un abrazo
Buen relato para una noche de Halloween a través de una verja que separa lo racional de lo inverosimil. Mis saludos y mi suerte para tí. Un besote.