64. Nunca más (Pilar Alejos)
Se sintió muy desconcertado cuando, nada más llegar al lugar de la cita, le obligaron a tumbarse en el sofá y le arrancaron la ropa de manera violenta. Después, le ataron las manos a la espalda y le cubrieron los ojos con un pañuelo negro. Su rostro enrojeció por una mezcla de sentimientos de ira y vergüenza. La oscuridad y la incertidumbre acrecentaron su miedo. Suplicó que lo liberaran, pero no se apiadaron de él. Un sudor frío recorrió su piel y su pecho se estremeció al escuchar aquellas voces desagradables a su alrededor. Le repugnó percibir el hedor de su aliento acechando su boca y el humillante roce de múltiples manos invadiendo lo más privado de su cuerpo. Luchó por liberarse de las ataduras que le impedían defenderse. Sin embargo, no tuvo escapatoria.
Cuando todo terminó, juró que nunca más se dejaría engatusar para amenizar una despedida de soltera.
Seguro que tu protagonista pasó un rato lleno de una vergüenza que solo él pudo sentir, pero que podemos imaginar gracias a tu descripción. Convertido en un juguete, en manos de muchas féminas en un ambiente de excepcional desinhibición, es lógico que se sintiese humillado. Aunque quizá todo sea cuestión de acostumbrarse. Me atrevo a apuntar la posibilidad de que, tal vez, con un poco de práctica, ese «nunca más» que parece tener tan claro, se convirtiese para él en experiencias que otros muchos quisieran. Las afirmaciones categóricas, a veces, son fruto de un instante, aunque él, escarmentado, está lejos de concebir algo así durante un tiempo.
Original y bien contado, Pilar.
Un abrazo y suerte
Ay, Ángel, que el pobre solo iba a amenizar la fiesta y se encontró con una sorpresa inesperada. Nunca imaginó ser abordado de esa manera tan agresiva. Supongo que por un tiempo ha tenido bastante…
Muchísimas gracias por pasar y enriquecer mi micro con tu comentario.
Besos apretados, amigo.
Hola, vecina. Como dijo alguien una vez, nos enseñan a protegernos de nuestros enemigos, pero no de nuestros amigos. O lo que sean.
Tienes, por cierto, un comentario mío en tu escrito del mes pasado. Normalmente no diría nada, pero en este caso creo estaría bien que lo leyeras.
Luz, Amor y Vida. Siempre.
J. Ignacio, me disculpo por no responder a tu anterior comentario. Lo siento mucho. Ya lo he hecho. Pasa a leer mi respuesta cuando puedas.
Me alegra mucho que pases a leerme y me dejes tu comentario a mi micro, vecino.
Mil gracias por tu generosidad. Siento perderme tus letras. Vuelve pronto, amigo.
Besos muy apretados, para que te den alas para regresar…
Por favor, no hay nada que disculpar. Muy al contrario. Te estoy agradecido por tus palabras, que valen mucho para mí. Personas como tú engrandecen a esta web, y hacen que uno piense que valió la pena pasarse por aquí. Gracias de corazón por tus palabras de ánimo, las guardaré en mi zurrón como un tesoro. Lo que son.
Cuando camines a través de la tormenta
Levanta la cabeza y no tengas miedo de la oscuridad
Porque al final de esa tormenta existe un cielo dorado
Y el dulce y plateado canto de la alondra
Camina a través del viento y de la lluvia
Aunque tus sueños se vean humillados y pisoteados
Sigue adelante con esperanza en el corazón
Y nunca caminarás sola
Mil gracias, por todas y cada una de tus palabras, J.Ignacio.
Te echaremos mucho de menos, vecino.
Vuela alto.
Besos apretados.