26. Golpe de gracia
La tía Herminia está sumida en una profunda tristeza desde que su novio la abandonó una tarde de verano. Le confesó que amaba a otra mientras disfrutaban del día junto al mar; de modo que él se fue por donde vino y ella regresó a casa con todos los bártulos. Fue tal el disgusto, que al llegar se enroscó sobre sí misma como una caracola y mantuvo su ostracismo durante los siguientes cuarenta años.
Semejante abandono de espíritu ha hecho que hoy la parca viniera a buscarla, y al entrar se llevara por delante el perchero donde seguía colgada la bolsa de la playa, aún intacta. La toalla ha salido volando, y de ella han caído un kilo de arena, su corazón roto, los hijos que nunca tuvo, los sueños perdidos, y una enorme pelota azul que ha golpeado a mi tía en mitad de la frente.
Todos nos hemos quedado mudos de la impresión. Menos ella, que ha dicho algo sobre recuperar el tiempo y ha salido camino del paseo marítimo. Ahora nos preocupa la muerte, que se ha quedado con un palmo de narices y mira de reojo a mi madre, que parece al borde del colapso.
Que la muerte no es el final sino al contrario, una liberación, el paso necesario de un mundo a otro, lo demuestra tu relato. Lejos de rematar a esta mujer, que parecía marchita en vida a causa de un cruel desengaño amoroso, lo que hace es aliviar su peso. Pero tampoco podemos engañarnos, la dama de la guadaña es implacable y, cuando aparece, no se conforma con irse con las manos vacías. Quizá sea difícil sorprenderla, pero ella siempre se cobra su tributo.
Muy original y bien contado, María.
Un abrazo y suerte.