64. TEMPESTAD (Mødes)
En su sexto mes de embarazo, mi mujer tuvo un antojo.
Y quiso una nube.
Así que fui a la Protectora y, rechazando los cirros y nimbos de pura raza, adopté una pequeña nube callejera, hija de mil gases diferentes.
Las primeras semanas fueron perfectas. Ella era cariñosa y fiel, y un manto de felicidad cubría nuestro hogar.
Pero la noche en que mi mujer dio a luz, todo cambió.
La nube se dejó arrastrar por las bajas presiones y una tormenta de celos la devoró.
Se hizo una auténtica rebelde y, cuando la reñíamos, hinchaba sus vapores, ennegrecía su color y nos amenazaba con sus truenos.
Y desde hace unos días ha empezado a arrojar, sin previo aviso, agua de lluvia por toda la casa.
Ayer hablé con un meteorólogo y me dijo que tuviésemos mucho cuidado, porque, con una absoluta certeza, la nube ya ha empezado a marcar su territorio.
Y ahora rezo para que el próximo antojo de mi esposa sea de tipo gastronómico.
Quizá no suene tan poético, pero mi salud lo agradecerá.
Me encanta esa nube-chucho. Me la he imaginado marcando territorio por toda la casa… ¡Al menos mea agua limpia!
Muy original, como siempre.
Un saludo.
«Y quiso una nube»
Muy original y bien llevada tu propuesta, mezclando metereología y fases de celos.
Me ha encantado.
Un beso.
Carme.