36 POCO MÁS QUE UN CRONÓN (M.Carme Marí)
Ella todavía no tiene miedo porque no ha visto al hombre que, oculto en las sombras de un portal en esa calle desierta, espera a que se acerque una mujer. Cualquiera le vale. Los rayos de luz van menguando entre los edificios. Ella, a quince pasos, pone las gafas de sol en su funda del bolso. Él observa que lleva falda, mejor así. Ella, a diez pasos, saca el móvil y sonríe por el mensaje que acaba de recibir. Él admira su largo cuello y saliva imaginando cómo lo recorrerá con la lengua. Ella, a cinco pasos, guarda el teléfono en el bolsillo de la chaqueta. Él lanza una mirada furtiva a sus pechos voluminosos y nota que algo crece dentro del pantalón. Ha planeado al detalle los movimientos, lo ha hecho otras veces. El encuentro es inminente. Ya ha empapado el pañuelo de cloroformo para, en cuanto llegue a su altura, dormirla mientras la arrastra bajo las escaleras. En ese último paso es cuando ella lo ve y, entonces, durante una pequeña fracción de segundo, siente un miedo cerval.
Las bestia egoísta, el monstruo enfermo lo tiene todo muy bien planeado. Su víctima ni siquiera sospecha lo que se le viene encima; esa sorpresa, en la que enmascara su cobarde ataque, queda al descubierto tan solo durante un breve instante, un lapso de tiempo breve, pero intensísimo, la antesala del infierno para esta pobre mujer.
Este paréntesis fugaz posiblemente se le vuelva eterno. Recordará una y otra vez con horror ese momento previo a perder la consciencia, en el que le fue secuestrada su dignidad.
Lástima que no haya otro instante en el que alguien acuda en su rescate, de forma que la ansiedad y el miedo los sufra el odioso agresor.
Un relato que muestra que todo puede cambiar en un momento, no siempre para mejor.
Un abrazo y suerte, Carme
Ya lo dices bien: bestia, monstruo y el infierno que va a pasar esa mujer.
Me gusta ese otro instante en que alguien acude en su rescate. Ojalá siempre fuera así.
Muchas gracias por tu comentario, Ángel.
Un beso.
Carme.
Se puede sentir ese último miedo antes del desvanecimiento. Un miedo ancestral impreso en nuestros genes, el miedo a la bestia, al sobresalto en la oscuridad, al depredador.
Un relato sobre el miedo que finalmente te deja suspendido sobre la ansiedad.
Buena propuesta, Carme. felicidades.
Un abrazo.
Ese miedo que va ligado al instinto de supervivencia y de protección de la propia persona. Y ese depredador que no respeta y quiere llevarse de las mujeres lo que debería ser consentido.
Celebro que te guste, Antonio. Muchas gracias por pasarte a dejar tu comentario.
Un beso.
Carme.