51. Pobre Diablo
Decidí pedir el divorcio a mi esposa a pesar de poner en riesgo mi fortuna. Al hacerse público, se presentó el mejor abogado de la ciudad para llevar el caso. El precio era muy alto, pero el dinero pasó a un segundo plano y acepté una cláusula especial solo para verla sufrir.
Después de la firma, el letrado cumplió su palabra y ya se paseaba junto a ella en el descapotable y se había ido a vivir a la mansión.
No ha pasado ni un mes y hoy el abogado me ha dicho que quiere verme para renegociar la cláusula. Al abrir la puerta me encuentro ante el mismísimo demonio en persona y me pide romper el pacto. Lo siento, pero un trato es un trato. Hacía tiempo que no era tan feliz.
Zafarse de un demonio debe de producir tal alivio que ha de ser un sentimiento emparentado, a la fuerza, con la felicidad. La palabra abogado es sinónimo de profesionalidad, de trabajo bien hecho y compromiso, por ética profesional y por dinero, que una cosa no tiene porqué solapar la otra. Sin embargo, ser abogado del diablo también tiene unos límites, pero un pacto es un pacto, también con el príncipe de las tinieblas.
Un abrazo, Francisco Javier, suerte con este relato de acuerdos arriesgados y alegrías, al menos la de tu protagonista.
Muchas gracias Ángel por tus sabios comentarios
Un fuerte abrazo
Una buena forma de convertir al Demonio en un pobre diablo. Lástima, con lo bien que estaba en su sótano, calentito y torturando almas y por una más, por tratar de conseguir tan solo una más, ahora el torturado es él. Suerte, felicidad y abrazos, Javier.
Muchas gracias Rafa, ya ves la avaricia rompe el saco
Un fuerte abrazo