10. LA MEMORIA DE LOS CIPRESES (Belén Mateos)
Quizá fuera enero o marzo, no lo recuerdo. Tampoco la nieve y los almendros. Quizá fuera febrero o mayo, con sus heladas y los cerezos en flor.
Apenas tengo alguna reminiscencia del comienzo de una aventura al estilo de Thelma y Louise, con mi mejor amiga y su furgoneta. El mapa, la servilleta del último bar en el que desayunamos las mejores tortitas con sirope y caramelo del mundo, o eso pensamos por la adrenalina que expelía de nuestro cuerpo.
Creo que pusimos gasolina y limpiamos el parabrisas o nos duchamos en la estación. No lo recuerdo. Quizá fuera el comienzo de mi decadencia por el golpe de ese coche en la puerta derecha del nuestro, por la sangre arañada en mis oídos.
Rebosa en mí el gotero, el mar de los calmantes, la sombra de la lluvia tras el cristal.
Respiro oxígeno, la sonda me duele. Comienzo una palabra que termina en silencio.
Intuyo que Thelma ya no es consciente de la razón de nuestra huida.
Hoy un estallido regresa, me dicen las enfermeras que su monitor comienza a latir y yo, ya no siento frio, solo el abandono en nuestra memoria.
Los cipreses comienzan un nuevo viaje.
Una alegre excursión de dos mujeres, todo un viaje iniciático de libertad, se topa con lo que nadie quiere ni espera, una desdicha que detiene su existencia. La de una de ellas podrá reanudarse, la otra no. El final de esta última en realidad es principio, en tanto los recuerdos pasados se diluyen en su camino al camposanto, representado por esos cipreses. Le espera otra dimensión, con un cuerpo que dejará de funcionar, pero tal vez la supervivencia del alma, resumida en las dos últimas palabras: «nuevo viaje».
Una lectura descriptiva, con párrafos cortos, cada vez más espaciados, hasta convertirse en flashes, con las pistas suficientes para que nos demos cuenta de lo sucedido, a través de los pensamientos de un cuerpo gravemente herido, del que se escapa la vida tal como su ocupante la conoció.
Un abrazo y suerte, Belén
Tus letras siempre destilan poesia y dulzura, especialmente en historias tan tristes como estas («Comienzo una palabra que termina en silencio»). Qué bello que aguante hasta saber del otro latido. Muy conseguido el efecto del espaciado entre líneas.
Un beso, Belén.
Carme.
La vida es así de triste, dulce y despiadada a la vez. Quizás por eso merece la pena. Siempre porta, Belén. Enhorabuena!!😘😘