13. Tú, por siempre (Anna Jorba Ricart)
En la gélida mañana subo al pueblo por la enrevesada carretera con el pavimento desgastado lleno de baches como mi vida. Al bajar del coche en mis ojos reverbera el sol por el blanco de la nieve. Abro el portón y allí siguen indiferentes el capazo de esparto con leña, la azada, el escardillo y las tijeras de podar sobre tus guantes, junto al bastón de almez de mi padre. Las paredes de piedra retumban en el vacío. El frio es intenso. Enciendo la lumbre. Por los cristales empañados se deslizan gotas de humedad al igual que en mis mejillas la tristeza. Me siento frente a la chimenea con un café recién hecho. La leña prende y sus llamas me muestran un devaneo galante que distrae mi pensamiento y los troncos crujen al quemarse, es entonces que me parece oir el eco de nuestras risas de antaño en atardeceres felices. En la soledad de nuestro refugio, tan frío como el paisaje, necesito templarme al calor de tu recuerdo y es cuando te veo junto a nuestra foto en blanco y negro, en la repisa, y siento que hasta en cenizas me cautivas.
Quien termina primero su ciclo vital deja vacío y frío en quien queda. Pero la vida debe seguir. Tu protagonista lleva la ausencia lo mejor que puede, en una soledad mitigada por el recuerdo presente de tanto compartido.
Me alegra volver a leerte, Anna.
Un abrazo y suerte
Hola Ángel, mi fiel seguidor de comentarios bellos y acertados. Yo regreso a este foro y es cierto: «la vida sigue».
Gracias y un abrazo.