20. EL FRÍO, EL COMIENZO (jesús Alfonso Redondo Lavín)
Aquel año dijeron que el cambio climático era ya un hecho. La primavera, aunque húmeda, fue excesivamente cálida; la temperatura se mantuvo más o menos en los treinta y seis grados centígrados, óptimos para la floración y la maduración.
El verano fue muy generoso, la fruta entró en sazón y no la atacaron ni los insectos ni los hongos y se afirmó que aquel estío fue uno de los más frescos de los señalados en los registros históricos. En ningún momento el termómetro superó los treinta y siete grados.
El viento no se sintió en otoño. Contra lo habitual, ni secó las fuentes ni se llevó los puentes y en cuanto a la temperatura, pasó lo mismo: termómetro plano, como en las dos estaciones anteriores.
Aquello no era normal, no podía predecir nada bueno. Y claro, al inicio del invierno todo cambió. El pertinaz anticiclón fue desplazado, se juntaron las isobaras; el espacio empezó a contraerse hasta el ahogo y bajó la temperatura de golpe. No obstante afirmaron que aquello era normal.
Al fin y al cabo es la sensación de frio la que provoca el primer lloro que llena de aire los pulmones en el comienzo de la vida.
Con el temible cambio climático todo parece ya normal, bien sea exceso de calor o lo contrario. De una manera o de otra habrá que seguir, por la cuenta que nos trae. Si es frío lo que toca, también es posible la vida.
Una historia en la que hablas del final de un clima natural, modificado artificialmente por los hombres, para dar paso a otra situación diferente, desconocida y como poco inquietante, aunque, según tu visión optimista, no del todo destructiva.
Creo que es el primer relato tuyo que leo en el que el tema rural de tu pasado, con tintes autobiográficos, es sustituido por otro más actual y hasta con visos de futuro.
Un abrazo y suerte, Jesús
No estoy seguro de haberme hecho entender. Juego con el cambio climático pero desarrollo nueve meses de gestación.
Como siempre, muchas gracias, Ángel.
Ahora que ya me he acostumbrado a esos finales con chispa que es lo que caracteriza tus escritos y que consiguen tenerte enganchado leyendo tus historias ancestrales esperando una puerta hacia la luz final que deje comprender todo el relato, me quedaba intranquilo cuando leí ese final suave y dulce. Menos mal que la chispa estaba en la contestación al anterior comentario. Entre los dos habéis compuesto un final perfecto y completo. Agradéceselo a Ángel de mi parte.