69. A las claras -Calamanda Nevado-
Mi primo, el gigantón, se entretenía cruzando el cordón alrededor del trompo. Luego lo soltaba fuerte para que yo lo viera y exclamara— ¡Qué bonito!—. Resultaba precioso. Dibujaba parábolas y círculos concéntricos en el suelo. Me parecía un pájaro. A veces creía verle alas mientras giraba. Ese día lo lanzó continuamente por los pasillos y entre los expositores de perfumes del Centro Comercial. De pronto escuché un ruido seco estamparse contra algo de gran tamaño. Sin saber qué ocurría, y asustado, tropecé y caí de rodillas. Así lloré, y lloré. Me empaparon las colonias, me arañaron los tapones y me hicieron heridas los pedazos de cristal. La gente me observaba fijamente. Nadie lo vio salir corriendo a grandes zancadas, ni lanzar el trompo desde su enorme estatura: Después me dijo en secreto que fue sin querer, quería darme una gran sorpresa. Gritaban –Qué bonito, qué bonito-. A cada momento me regañaban más y más. Clientes, y hombres con uniforme, formaron un gran corro a mí alrededor. Se me acercaban tanto como si fueran a comerme. Solo podía contestar: no he sido yo, no he sido yo.
Papá pagó los innumerables daños, y escondió mi trompo para siempre.
Los sueños tienen un límite: la realidad, que siempre resulta mucho más corta de miras, árida e implacable, sin posibilidad de vuelta atrás, o de que pueda moldearse o suavizarse. Tu protagonista, en las evoluciones de ese trompo, peón o peonza, sentía la pura libertad, el mundo se anulaba y solo estaba él y la belleza de ese baile, nada práctico, aunque hermoso. Un desgraciado incidente termina con esa afición, rematada con dos palabras terminantes: «Para siempre».
Un relato sobre ilusiones perdidas y (al menos a mí me lo parece, aunque igual me equivoco), un amigo invisible y a medida, en forma de primo fornido.
Un abrazo y suerte, Calamanda.
Hola, Angel. Así es. Me encanta como lo has descrito, aunque no me sorprende dada tu capacidad de an álisis.
El primo invisible, alto y fortachón, que todos los niños desean, y tantas veces les ayuda a salir de un aprieto, esta vez no pudo hacer gran cosa.
Gracias y abrazos. Suerte con tus cosas.
Me ha gustado ese amigo invisible tan especial, tan gigante, tan poco escondible. Como un elefante en una cacharrería. Una historia estupenda entre cuento, relato y lección de vida, Calamanda. Francamente deliciosa. Suerte y abrazos.