70. Ángel o diablo
Hay quienes creen que antes de nacer, cuando nuestras almas habitan en el limbo, se nos inocula una retahila de sucesos, un sinfin de experiencias, un flash en el que toda una vida se sucede a gran velocidad. Nuestra propia vida en un instante.
Casi nadie recuerda esa vivencia y, sin embargo, es al estar a punto de morir cuando aseguran verla pasar de principio a fin si sobreviven, cuando en realidad siempre ha estado ahí, en su memoria.
Pocos son también los que recuerdan que antes de nacer, mientras nuestro cuerpo diminuto patalea impaciente en el amnios, mientras lucha por romper su membrana y liberar el líquido caliente en el que flota, nos es dado elegir nuestra calaña: ¿ángel o demonio? yo si mantengo ese recuerdo.
Decidí al tuntun, sin saber la diferencia que separaba aquellas dos naturalezas. Y ahora, después de tantos años, cómo me arrepiento. Aunque sé que de haber elegido la otra opción también estaría arrepentido.
Es tan delgada la línea que separa el bien del mal.
No hay nada perfecto, todo tiene sus pros y contras. Somos las decisiones que tomamos, pero nunca llegaremos a saber si hubiera sido mejor una opción u otra. Tu protagonista conoce esta realidad, a él le ha sido revelada sin necesidad de experiencia, antes incluso de nacer, como también sabe que no existen verdades absolutas, nada es blanco o negro.
A veces importa poco lo que hagamos, vivimos en un complejo equilibrio de grises en cambio constante.
Un relato lleno de mensajes, con el relativismo como el más poderoso de todos.
Un saludo y suerte, María
Un relato que queda abierto por indefinición. Pero da igual, tampoco es necesario conocer desde qué lado nos hablan. Por mucho que se empeñen, el mundo no es digital, no son dos estados perfectamente claros y diferenciados. Como indica el dicho, más sabe el diablo por viejo que por diablo (o que por ángel). Lección aprendida. Magnífica narración, María. Suerte y abrazos.