OCT154. LEY Y MUERTE, de Rubén González Cerviño
El perímetro estaba a punto de ser acordonado, el haz rojo y azul era lo único que me permitía distinguir a los míos de los curiosos. La prensa no había llegado, lo que era un gran alivio. Le indiqué a dos novatos que dispersaran todas las miradas indiscretas. Entré en el motel y, al subir por las escaleras, me crucé con otro bebé de teta uniformado con cara de haber estado a punto de contaminar la escena del crímen con su cena. Tras el cordón policial de la habitación pude ver el trabajo de un monstruo. El cuarto estaba empapelado con fotos de aquel cuarentón acostándose con su cita. Aquella joven no tendría ni veinte años. Estaba maquillada con su propia sangre, sentada delante de un plato con la cena, su corazón. En tan siniestra velada tenía como acompañante al alcalde. El que hasta hacía unas horas era el líder de la ciudad tenía su traje totalmente ensangrentado y la boca tapada con un billete que le habían cosido. Su plato contenía la piel anteriormente extirpada de cuello para abajo. La ciudad ya no pudo dormir tranquila.
Esto es un poco «Seven», ¿no? Suerte.
Saludísimos.
Rubén, ya tenían trabajo con el caso, muy cinematografico y bien contado. Suerte y saludos Calamanda
Una escena terrible. Menuda muerte.Suerte
Vaya, esto da para más, qué escabroso. La mejor frase esta: «con cara de haber estado a punto de contaminar la escena del crímen (crimen) con su cena» y la frase que más me ha flipado esta otra: » la boca tapada con un billete que le habían cosido». Qué manualidades.
Un abrazo.