25. (In)servible
Se levanta a las siete cuando suena el despertador del vecino, una ventaja de tener las paredes de papel.
Mientras toma un café, fisga por la ventana como hace siempre, las siete y doce pone en la cruz luminosa de la farmacia.
Después de arreglarse, enciende el móvil y enseguida aparece en la pantalla las siete y veinticinco.
Se monta en el coche, arranca y salta la radio, son las siete y media dice una voz grave.
Llega al aeropuerto y ficha en la torre de control, las ocho en punto, queda registrado.
A las doce, un chivato en la mesa de mandos le avisa del descanso, tiempo que aprovecha para fumar en la terraza.
Tengo que dejarlo, piensa al apagar el segundo cigarrillo, recuerda que se lo prometió a su padre la última vez que lo vio.
Suspira y se saca del bolsillo un viejo reloj con leontina, marca las doce y media, debe regresar al puesto de trabajo.
No vuelve a interesarse por la hora hasta treinta minutos pasada la medianoche. Entonces se fija en las manecillas paradas, luego se duerme pensando en otra promesa incumplida que también hizo a su padre, arreglar su viejo reloj de bolsillo.
Una vida marcada por el horario, en eso tu protagonista no es distinto a la mayoría; sí es diferente en el hecho de que sus rutinas no precisan de un reloj propio, le vienen dadas sin que él las busque, como el timbrazo del despertador del vecino, a pesar de que trabaja en el aeropuerto, quizá de controlador, con la importancia que los horarios tienen en ese trabajo.
Su único reloj en posesión no funciona, pero tampoco parece hacerle falta. El hecho de que no lo arregle puede ser porque se encuentra atrapado en una inercia de la que no puede o no quiere salir, añadir un elemento nuevo supondría un cambio en sus hábitos. Tal vez se trata de un perezoso incorregible, o puede que transite por la vida sin demasiada ilusión, dejándose llevar.
Un relato sobre inercias y promesas incumplidas.
Un abrazo y suerte, Aurora
Ángel,
Muchas gracias por tu comentario, inercias y promesas fallidas como bien dices.
A este personaje le salva que -para bien o para mal- incluso un reloj estropeado acierta dos veces al día la hora…
Abrazos
Creo que tu micro nos cuenta la vida común de muchas personas, controlada por los horarios, con la salvedad del recuerdo de su promesa en un momento dado y el reloj de manillas paradas que además, es difícil de encontrar en cualquier casa. Me gusta como lo has contado.
Un resumen ágil y preciso de un día cualquiera de una vida. El detalle final le da un toque de permanencia o de vida al margen de la prisa. Suerte.
Muchas gracias por tu lectura y comentario, Antonio
Isabel,
Bien cierto lo que dices, algunos vivimos controlados por los horarios, qué horror ¿verdad?
Muchas gracias por tu lectura y comentario
Maravilloso Aurora, nos has hecho pensar en todas las promesas incumplidas con este magnífico relato.
¡Enhorabuena!