OCT147. LA VERDAD ESCONDIDA, de Nerea Peña Peña
El sol asomaba poco a poco por el horizonte y su luz comenzaba a bañar la habitación, arrancando aquí y allá resplandores. Por toda la estancia había plumas blanquecinas de almohadones y diversos objetos estaban dispersos por el suelo. El único testigo de lo que había sucedido era un pequeño pájaro de plumaje anaranjado. Su jaula se hallaba en un rincón, abollada en un lateral, como si hubiera recibido un fuerte golpe. Por fin, el animal consiguió abrir la puerta y escapar. Emprendió el vuelo hacia la ventana y varias plumas revueltas se desprendieron de su cuerpo y cayeron al suelo. Se tiñeron al instante de un fuerte color rojizo al mojarse con un gran charco. El líquido manaba incesantemente de la herida de un joven que yacía en el suelo, completamente inerte. Y el único testigo escapó hacia el cielo azul, llevándose con él la verdad escondida por el secreto de la noche.