46. EL MICROSCOPIO (IsidrøMorenø)
Cuando me regalaron el microscopio descubrí la inmensa grandeza de lo diminuto. Empecé por las patas de mosca, sus alas, antenas de hormigas, muslos de chinches, la cabeza de un piojo con piojos, las decepcionantes caras de las mariposas y otros cientos de bichos desmembrados. Conservo las preparaciones en su lámina y protector escrupulosamente rotuladas y ordenadas. La sección de insectos ocupa casi todo mi archivo. A cualquier extraño podría parecerle la sala de los horrores al leer el índice de contenidos.
Llevo semanas sin salir a la calle. Lo que era mi habitación de estudio y sala de música ahora está repleto de estanterías con cientos de cajas, cajitas y sobres que contienen miles de muestras microscópicas.
Estoy confeccionando un nuevo insecto con apéndices y trozos de diversos congéneres, pero cada día me siento más torpe. Mis brazos y piernas se han acortado, sin embargo, se han multiplicado. Mi cuerpo está cubierto de duros pelos. Hoy no he podido abrir el sobre de correos que me han depositado bajo la puerta. Sé que viene a mi nombre, Gregorio Samsa, y que el remitente es un tal F. Kafka. Mañana lo abriré si mis tentáculos me lo permiten.
El protagonista de «La metamorfosis» nunca llega a entender lo que le ocurre, solo incide en las consecuencias y trata de adaptarse, si es que ello es posible. Nadie se atrevería a poner ni un pero, aunque sea microscópico, a una de las obras inmortales de la historia de la Literatura, aunque sí que podría afirmarse que la posible laguna argumental mencionada podría explicarse con una precuela, en la línea de historia asombrosa que envuelve a Samsa. Su obsesión por los insectos y la mutilación de tantas criaturas inocentes acaba por pasarle factura, convirtiéndole en uno de ellos.
Un relato muy imaginativo, homenaje a una novela universal y con algún toque cómico, marca de la casa, que no podía faltar aún en un drama, como esa cabeza de piojo con piojos.
Un abrazo y suerte, Isidro, artista
Muchas veces, cuando acabo un libro me pregunto que pasaría después de esa historia o qué ocurrió antes de esa historia. En el caso de «La metamorfosis» estaba claro el final magistralmente cerrado, y por cierto, con un sentimiento de vacío impactante. Desde la primera vez que leí esa obra (yo tenía 16, ¡ya ha llovido!) me inquietaba la causa y el cómo había llegado Samsa a tal situación (tan kafkiana?). No hace mucho volví a leer la novela y me surgió la misma duda.
Aprovechando la pág. ENTC, he querido hacer un pequeño y modestísimo homenaje imaginando el preludio inexistente y tangente con el gran Kafka.
Muchas gracias, Ángel, por tu magnífica lectura, como siempre, y, como siempre, te remito un par de abrazacos. Eres grande!
Buena recreación de un clásico. Ya se sabe, se empieza con una afición y esta se apodera de un@, jaja
Un placer leerte, Isidro.
Muchas gracias, Manoli, es cierto que hay aficiones peligrosas.
Un abrazo.