26. Las noches de verano (Gemma Llauradó)
El verano en Peñolite es muy caluroso, el sol cae a plomo desde pocas horas después de amanecer, pero por la noche refresca. Las ramas de la higuera centenaria del patio de la casa del abuelo se mueven al ritmo que marca una ligera brisa, aligerando el ambiente soporífero que durante el día inunda cada rincón de la pequeña aldea andaluza.
Aquella noche de viernes el viento estaba siendo cortés, y aliviaba a los hombres agotados por el sol diurno. Cuatro hombres disfrutaban de la calma que otorga la noche a las dos de la madrugada. Sólo una luz columpiándose al son de la brisa y suspendida de una de las ramas de la higuera alumbraba la mesa del patio. La bombilla desnuda se concentraba en traspasar una densa nube de humo de pipa para alumbrar una partida de tute. El aspirar de cada calada y el tintineo de los hielos rociados de anís con el cristal de los vasos, acompañaban el trasiego de naipes sobre el verde tapete. No se percibía mucho más. De pronto, alguien resopló con fuerza: “¡Esta sí!”. El abuelo acababa de ganar la última mano y sin disimular su orgullo, sorbió gustoso su licor.
Recuerdos de un tiempo en el que, al contrario que ahora, no había prisa y se disfrutaba de algo tan sencillo como una partida de cartas bajo la luz justa, sin necesidad de sofisticaciones. No hacía falta nada más.
Un relato evocador de otros tiempos, en el que la percepción que producen las trabajadas descripciones es parte de su encanto.
Un abrazo y suerte, Gemma
Gracias por tus palabas Ángel. Un cordial saludo.