41. El accidente
Regresaba convertido en otra persona. Hablaba con diferente acento y el cirujano plástico había hecho un concienzudo trabajo. Atrás quedaron los años de huida, siempre en alerta, presto para cambiar de residencia a la mínima sospecha. Ahora el delito había prescrito y él volvía a la ciudad. Se convenció de que sus víctimas lo habrían olvidado y se habrían rehecho del golpe; por otra parte, él tenía unas ganas irresistibles de sentirse en casa, pisar las calles, bajar al colmado y escoger las piezas de su fruta favorita, acudir al bazar de la esquina un domingo por la tarde en busca de una bombilla de repuesto. Cuánto lo echaba de menos. Cruzarse con alguno de los que había estafado y que lo reconociera era improbable, se repetía. El silencio de los parroquianos cuando entraba en el bar y el trato amable pero distante que le dispensaban encajaban con la coartada del extranjero recién llegado que se había construido. Fueron unos meses apacibles. Hasta la mañana en que el coche que conducía se precipitó por un barranco.
Todo sucede por alguna causa. Tras los antecedentes que se describen en el relato, y pese a todas sus precauciones, este protagonista que q
Todo sucede por alguna causa. Tras los antecedentes que se describen en el relato, y pese a todas sus precauciones, este protagonista que quiso rehacer su vida como un falso extranjero no pasó todo lo desapercibido que él pretendía, con fatales consecuencias al final, en un accidente que más parece un sabotaje. Muchas y muy graves debieron ser sus faltas sobre las personas; las leyes le perdonaron, pero los afectados por sus malas acciones no. Esos «meses apacibles» solo fueron la calma que precedió a la tormenta, a un desenlace que no pudo evitar.
Un relato sobre acciones y sus consecuencias, sobre la inevitabilidad de recoger tempestades para quien antes ha sembrado vientos.
Un abrazo, suerte y buen verano, José Luis
(Disculpa el comentario duplicado, se ve que el dedo tocó donde no debía, cosas del calor, seguramente) Otro abrazo