47. El guardián de la foresta
Delgado, escuálido, sucio y vistiendo unas ropas viejas, esas que estorban en las casas y que iban destinadas a la chimenea, así me representaron a mí. Y yo estaba feliz.
Bajo un sol tórrido, soportando los cuarenta grados de La Mancha, en mitad de un campo lleno de girasoles, que ya no se atreven a mirar al sol, pasaba los días vigilando que la cosecha llegase a ser recogida intacta. Hacía mucho calor, pero yo estaba feliz.
A veces el viento movía mis manos de paja, el mismo viento que movía las aspas de molinos majestuosos que antiguamente molían harinas, el mismo que jugaba con mi sombrero y eso me hacía feliz.
Un día pusieron un artilugio extraño que disparaba simulando una escopeta y yo formé parte del montón de las malas hierbas. Ahí acabó mi felicidad.
Hoy soy pasto de las llamas mientras en el aire suena el disparo que ahuyenta a los pájaros en su afán de comer el grano.
Los espantapájaros también tienen su cerebro, ya lo vimos en El Mago de Oz. Al ser una figura humanizada, ha de serlo para asustar a las aves, puede que su creador le haya transmitido algún tipo de conciencia, incluso de sentimientos.
Se supone que el progreso consiste en sustituir lo de siempre por otros mecanismos más efectivos, pero algunos objetos van asociados a un contenido sentimental del que no pueden desprenderse. Por eso los arados, los trillos, o las máquinas de coser antiguas, son figuras codiciadas como adorno en restaurantes y casas rurales. Creo que mucho preferiríamos a tu muñeco protagonista que a ese aparato tan antipático que lanza detonaciones, de ahí que comprendamos su psicología de hombre de paja, gracias, también, a que tú nos has puesto en su lugar.
Un abrazo y suerte, Mercedes.
Gracias Ángel por tus letras. Mi dulce espantapájaros te las agradece de forma muy especial.
Creo que su creador ha puesto demasiada confianza en él. Lo deja al cuidado de esa cosecha que será el pan de él y de su familia. Pero las modernidades rompen con los sentimientos y encandilan las mentes de los humanos.
PD. Ah, en muchas ocasiones me han llamado Mercedes, jajaja. No importa, es un bonito nombre.
Pues si, vaya lapsus, debe ser que los dos nombres tienen tres silabas y terminan en «des», o vaya usted a saber cómo funcionan los cerebros, en especial el mío, que a veces parece que va a su aire. Otro abrazo, ahora sí: Virtudes
Gracias Ángel, pero no te preocupes no eres la primera persona que me ha llamado así. Esto viene de lejos. jajaja