09. Abuelita
Aunque hacía ya cuarenta años que se había ido, su imagen permanecía viva en su memoria.
La recordaba pequeñita, enjuta, diminuta, con su pelo blanco, como si estuviera cubierto de nieve.
Siempre lo llevaba recogido en una larga trenza, que cubría con un pañuelo negro, como el resto de su indumentaria.
Cuando coincidían con ella, todos sus nietos se arremolinaban a su alrededor, ávidos de sus palabras, de sus signos de cariño, que jamás regateaba.
Enseguida los conducía a la cuadra donde estaban sus queridas vacas. Con gran mimo extraía de sus ubres ricos vasos de leche, que recién ordeñada, entregaba a sus nietos.
Después les conducía a la huerta. Allí arrancaba a sus frutales sabrosos higos o brevas, peras o naranjas, que entregaba, feliz, a la chiquillería. Pero como ella decía : «¡Todo era poco para sus amados nietos!
Luego, mientras saboreaban los ricos frutos, los chiquillos la acompañaban a la sala de la televisión.
Allí, todos juntos observaban asombrados como disfrutaba, aprendiendo sin descanso de los documentales de la 2, a pesar de sus 80 años, mientras les recomendaba que mirasen con atención, pues era como viajar sin salir de casa.
Adaptarse a cada momento de la vida y cultivar los afectos con generosidad. Estos niños siempre recordarán a su abuela, suceda lo que suceda a lo largo de sus trayectorias, sencilla, ella siempre sincera, curiosa y con ganas de vivir. Ya nos gustaría llegar a su edad con esa actitud, con jóvenes retoños a su alrededor a los que hacer disfrutar y servir de ejemplo.
Un abrazo y suerte, Gloria
Muchas gracias, querido Ángel. Así es, y así recuerdo yo con gran amor a mi abuela María, siempre ansiosa de saber y de dar. Suerte a ti también con tu hijo prodigioso, Ángel
En cada recuerdo palpita la mejor herencia que pudo dejaros tu abuela, el anhelo por seguir aprendiendo. Muy emotivo, Gloria. Besos.