16. Sofocos y risas (Gemma Llauradó)
Son las diez de la noche. Estoy en un restaurante italiano con unos colegas de trabajo. De repente, se escuchan risas, luego carcajadas. Llaman mi atención. Las risas provienen de una mesa cercana. Son tres mujeres. Las observo mientras mis colegas debaten sobre economía.
Yo me rio interiormente. Una de ellas me recuerda a mi mujer cuando está con sus amigas. Esos ataques de risa, inesperados y explosivos, de esos que llaman la atención, que sonrojan mejillas y provocan lágrimas. Presto atención aún más a sus palabras. Las escucho…
Sus relatos son como una sucesión de situaciones absurdas, risibles pero verosímiles, que les ocurren a mujeres en pleno proceso de adaptación a la menopausia. Hablan de sexo, sofocos, alimentación, dietas, aumento de peso… Una de ellas se abanica mientras siguen riendo abiertamente, con el placer de reír en compañía.
Mis colegas me instan para que dé mi opinión sobre inversiones. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en ellas, en como la herencia emocional fue tan determinante como intransigente e impositora años atrás. Los tabús formaban parte de esa herencia. Hablar de ciertos temas, era para nuestros ancestros, vergonzante e inapropiado. Afortunadamente, ya no es así.
Para M.S.
Con sinceridad, a mí también me habría parecido infinitamente más interesante una conversación sincera y distendida sobre la menopausia, que otra acerc dd aburridos asuntos económicos. Las etapas naturales que hemos de afrontar es mejor asumitlas con naturalidad y hasta humor, compartiendo experiencias, nada de dramas, aunque se hable en teoría de un organismo que pierde algunas facultades por el paso de los años.
Una historia de camaradería, sinceridad, madurez y sabiduría, el humor bien empleado siempre es un signo de todo ello.
Un abrazo y suerte, Gemma
Buenas tardes Ángel. Como siempre agradezco tu comentario sobre mi escrito. El humor y la risa es siempre una buena terapia. Da igual si eres el protagonista o eres simplemente partícipe de ella.
Gracias y saludos.