OCT135. JUEGOS DE REQUIEM, de Mar González Mena
A Don Saturnino no le saca del pueblo nadie. Ni el cura, ni el enterrador. Ya estuvo en Tetuán cuando la mili y le dio para llenar de historias el resto de sus días. La Antonia conseguía limar sus asperezas, pero se marchó pronto. Murió al nacer Sofía, que no había cumplido los 17 cuando se fugó con aquellos feriantes y nunca más se supo. Por aquel entonces hacía ya tiempo que no había niños que jugaran en la plaza al escondite, como cuando él era sólo Nino y odiaba quedarse contando con la cabeza apoyada en el muro de la iglesia. La escuela fue lo primero en cerrar. La taberna, lo penúltimo. Salvo alguna lagartija despistada, las calles están desiertas. No hay nadie. Nunca hay nadie. Pero los días de viento las campanas tocan a muerto y en el aire se escucha entre risas:
– Por mí y por todos mis compañeros
Muy bueno Puck, nos narras toda una historia de soledades salpicada de anécdotas entre tristes y tiernas. El título y el final preciosos. Gracias me ha encantado.
Mar, coincido totalmente con el comentario de Mel. Suerte y saludos. Calamanda
Uf, qué de vida, qué de muerte. Es un micro lleno de historia y relleno de pequeñas grandes historias. Es de los disfrutar leyendo, levantar la cabeza y visualizarlo. Felicidades, Mar.
Un abrazo.
Me ha encantado el final Mar. Suerte y besos desde el aire
Has recreado muy certeramente la atmósfera de un pueblo fantasma en donde, si escuchamos con atención, oiremos las vidas de quienes lo habitaron. Muy bonito.
Muy bueno, el pueblo de Juan Rulfo.
Felicidades.
Me ha gustado tu relato, Mar, y la idea de que él se quede finalmente donde le gusta estar, que no necesite nada más; y la facilidad con que nos cuentas su vida en tres frases. A mí esa soledad me ha recordado el magnífico libro «La lluvia amarilla» de Julio Llamazares.
Suerte y saludos.
Contado a la antigua usanza, narra una triste realidad de pequeños pueblos abandonados, donde la muerte es la dueña y señora de sus calles y plazas.
Se palpa la soledad atroz de Don Saturnino y un escalofrío te recorre al acabarlo.
Un beso.
Qué bien enlazas las escenas y con cuánta fuerza haces que lleguen. Consigues que parezca fácil, pero un micro de este nivel no lo escribe cualquiera.
Un abrazo.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y por las referencias literarias que me llenan de orgullo.
Un abrazo!
Yo también te quiero Mar 😛
Enhorabuena, Mar, por esa mención. Un relato espléndido sobre las soledades y los juegos infantiles. Este año me parece que no desayunamos juntos en Cabezón, estoy un poco torpe, jeje.
No, no, no… todavía te quedan oportunidades y esas menciones tuyas son dignas de repesca. Sea como sea nos tenemos que ver por aquellas tierras 🙂
Un abrazo