07. LOS «CUCOS» (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
Quizás el esfuerzo de subir el saco de harina de maíz a las alforjas o la pindia caminata desde Esles al alto de Matanzas, adelantaron el parto a Florentina. Se trastocaron sus planes de ir a parir a casa de su hermana Herminia en Carranza. Ya lo había conseguido con sus hijos anteriores, aunque solo el mayor, Mingo “el Cuco”, fue varón.
Aquellos años del tercer cuarto del siglo XIX llegaban muchas cartas llamando a filas, la mayoría de las veces para servir en ultramar. Todas las pasiegas sabían que si daban a luz en tierras vizcaínas esas cartas nunca llegarían a sus hijos.
El nacido en aquella cabaña del alto de Matanzas, Lorenzo, estudiante de leyes, recibió la fatídica carta.
─Corre, Enzo, huye, embárcate como puedas, no nos digas nunca donde estás. Escríbenos a casa de la tía Herminia, ella sabrá decirnos de ti.
Cuando saltó al río Paraná, en Rosario, exclamó: “Alea iacta est”.
No llegaron cartas a Carranza. Murieron muchos en las guerras de fin del siglo XIX.
Florentina en su tristeza de madre se consolaba pensando: “Será mejor desaparecido que muerto”.
Hoy un argentino dice que su análisis ADN revela que su bisabuelo procedía de Miera.
Lo acabo de leer dos veces. La trama me ha enganchado desde el comienzo y no he parado hasta terminarlo. Al acabar la primera, puro placer, me he dado cuenta de que no me he fijado en el estilo, en el fraseado, en tus comas y en las posibles faltas de ortografía. Con la segunda más concentrado, más libre, veo que no te he pillado ninguna. Perfecta. No sé si ganarás algo esta vez, pero lo cierto es que nos haces disfrutar con estos cuentos (reales o no) diminutos.
Gracias Miguel. Es bueno saber que alguien mide las métricas. Se ve que eres ingeniero.
Un abrazo
Vaya suerte la del tío que saltó el fuego y cayó en las brasas, pero parece que hoy es uno de nosotros que vivimos a la par del Parana y no me extrañaría que hoy sea uno de aquellos hijo que aparecen por arte de magia o es en realidad un desaparecido. En fin lo bueno es que tu relato me encanto. ¿Será porque vivo en Argentina? Un abrazo.
A los de Cantabria les llamaban “Cucos” porque al igual que el pájaro de ese nombre ponían sus huevos en nido ajeno, por esta razón de los privilegios vizcaínos.
Además, un hermano de mi abuela, Lorenzo Botas Blanco, se fue a Rosario y nunca se supo nada de él.
Gracias Moli.
Cuando se habla de raza u otras caracteeísticas supuestamente comunes y propias e intrínsecas de un lugar no nos damos cuenta de que somos la suma de avatares de nuestros ancestros, y para avatares los de tus personajes. Como dice esa pobre madre: «Mejor desaparecido que muerto». Dichosas guerras, qué daño hacen y no aprendemos.
Un abrazo y suerte, Jesús.
Servir al Rey era un dogma, pero los pasiegos se las ingeniaban para ser más fieles al ganado que al reinado.
Has escrito un micro tan interesante tanto en lo que cuentas cómo en lo bien que lo ambientas que ha sido un placer leerlo. Nos quedan tantas historias por contar…Te felicito. Nos leemos.
La verdad es que he metido la pata respecto al tema a tratar. Creía que había que hablas del Rubicón de Cesar.
Gracias por leerlo y comentarlo.