13. Aeternus
Se conocieron el día en que él le prestó una moneda de euro. Fue en la cafetería del hospital donde trabaja como enfermero, en la unidad de cuidados paliativos, la que está situada en la última planta del edificio. En realidad, no es una cafetería, es una sala diáfana ubicada al final de los pasillos. Hay un banco de plástico y dos máquinas expendedoras, una de café y otra de aperitivos poco saludables. También hay un ventanal con la mejor panorámica de la ciudad.
−Parece que alguien nos encendió las nubes -dice ella mientras recuenta la calderilla que lleva en una bolsita.
−Eso parece −contesta él. Me encanta el atardecer, ¿a ti?
−Yo prefiero el amanecer −contesta ella−. ¿No tendrías cambio? No llevo suficiente suelto para un café.
−Toma un euro, ya me lo devolverás.
Él mueve el banco y lo coloca de forma que el ventanal simula una gran pantalla de cine. Se sientan y, sorbo tras sorbo, día tras día, ven como el sol desaparece en el horizonte.
Apenas ha pasado un mes cuando, a primera hora de la mañana, él aprieta un euro en su mano en el mismo instante en que ella le enciende el cielo.
oh, qué historia tan triste y tan poética. Me ha encantado.
Un sabor agridulce, ¿verdad?
Muchas gracias por tu comentario, Paloma
Abrazo
Los sanitarios son profesionales, pero al mismo tiempo, también personas, con un corazón que puede verse saeteado por una paciente, como es el caso de este enfermero. Qué poco hace falta cuando dos personas conectan, permanecer juntos, mirar el paisaje, compartir un café. Cosas sencillas, pequeños momentos que se valoran como lo que son, un tesoro, tanto más valioso cuando se conoce que el tiempo para disfrutar es corto, que cada segundo cuenta y no tiene precio. Cuando el destino nos arrebata a quien queremos quedan los recuerdos, los objetos que ayudan a mantener viva a esa persona en nuestro interior, una moneda y un lugar pueden ser una llave mágica que de alguna manera burle ese vacío.
Una historia sensible y, pese a su dramatismo, hermosa, por lo que sucede y cómo lo cuentas.
Un abrazo y suerte, Aurora
Ángel, muchas veces me ocurre que me parece más interesante tu comentario que mi texto jajaja
Siempre das en el clavo adecuado. Muchas gracias.
Abrazo
Qué micro más hermoso, Aurora.
Felicidades por lo bien que está narrado y por la historia que encierra.
Un fuerte abrazo
Javier, muchas gracias por tu comentario, texto que encierra una historia fugaz se podría decir.
Abrazo grande
Leo este microrrelato de amor y me sale parafrasear a Cortázar: andaban sin buscarse pero sabiendo que andaban para encontrarse; dos personas tan lejanas como el amanecer y el atardecer y tan cercanas como un café compartido en un banco frente a un ventanal que enciende nubes y cielos…
Me encantó, Aurora.
Besos😘😘😇😇
«Andaban sin buscarse pero sabiendo que andaban para encontrarse» de Cortázar. Oh, me encanta, Mariángeles. Me encanta esa frase y ya la estoy apuntando para no olvidarla.
Muchísimas gracias
Abrazo
Un texto realmente hermoso. Al final lo realmente importante, lo que permanece en la memoria, son los actos más sencillos. El enfermero avanza en la relación profesional y la acompaña hasta el final. Me ha encantado.
Muchas gracias por tu lectura y comentario, Igor. ¡Espero leer pronto tu relato!
Abrazo
Amor, hay de muchos tipos, pero el que tú nos presentas es saber acompañar y compartir lo más simple en el momento más difícil. Enternecedor y poético. Muy bueno.
Un abrazo y que haya suerte.
Un momento arduo, Anna. Qué bonito eso que comentas de «saber acompañar», parece una tontería pero es algo bien difícil.
Muchas gracias por tu lectura y comentario, me ha alegrado.
Abrazo
Parece que al final ha encontrado un ángel que lo guía de la mano. Suerte
Manuel, dices «un ángel que lo guía de la mano» y la verdad es que me parece genial esa lectura. Muchísimas gracias por tu comentario.
Abrazo