OCT116. ADIÓS, de Maria Luisa Terrero
Estaba un poco abrumada, jamás nadie me había tratado con tanta gentileza pero esta anciana era la dulzura en persona hasta me acariciaba suavemente mis largos cabellos y musitando me agradeció el haber venido a buscarla. Ella misma ahuecó mis alas, se acurrucó entre mis brazos y volamos hacia al infinito. La escuché suspirar y despedirse del dolor y de la soledad…Adiós, adiós!
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Así debe de ser la muerte dulce que todos desean…
Un saludo
JM
juanmanuelsanchezmoreno.blogspot.com
Y si además tenías dolor por qué esperar.Bienvenidos esos acogedores y huesudos brazos.
Suerte y abrazos.
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