38. La travesía
Mientras se despide en silencio de sus padres y se hace sitio en la embarcación, contempla Malek el cielo estrellado y sonríe, ilusionado, imaginándose con la camiseta del Olympique de Marsella, metiendo un gol decisivo y siendo aplaudido durante varios minutos por un estadio a rebosar de aficionados.
―Nada podrá pararme ―había dicho testarudo a sus padres.
Lleva en la mochila almendras con miel, pan de maíz, tres naranjas, higos deshidratados. En los bolsillos interiores, envueltos en paquetitos que la madre ha forrado con mucho celofán para que no se mojen, ha metido el padre el documento de identidad, el móvil, unos billetes de veinte euros y una libreta con teléfonos de parientes y vecinos que viven en algún lugar de Francia o España. Sobre las mudas y calcetines, un odre con cuatro litros de agua, pues aunque se supone que serán solo unas horas de viaje, por si se complicara. Porque los tres han oído, aunque ninguno habla de ello, de olas de cinco metros que se forman a veces en medio del Estrecho, que avanzan amenazantes y pueden desestabilizar una lancha de goma sobrecargada, hacerla zozobrar, arrojar al agua a Malek, dejarlo a la deriva en el mar.
La voluntad de mejorar y la esperanza se abren paso en medio de la desesperación, son una luz entre tanta tiniebla. Siguiendo esa estela, tu joven protagonista, ayudado por su familia, se prepara lo mejor que puede para dar un paso decisivo con bastantes posibilidades de que sea el último o, en caso de llegar al destino, ver pronto malogrados sus sueños. De posible brillante estrella soñada del futbol puede quedar en la indigencia o peor, aún, desaparecer en el intento. De todo ello es consciente, pero la fuerza de la juventud, unida a la necesidad, son una fuerza imparable.
Un relato sobre un drama diario al que nunca deberíamos acostumbrarnos.
Un abrazo y suerte, Susana.
Susana has relatado muy bien cómo se prepara una persona que ha decidido ser un inmigrante ilegal durante mucho tiempo en el caso de que llegue sano y salvo a donde quiera que sea. Todo esto, sin tener en cuento los sentimientos y miedos, propios y ajenos. Vivo en Algeciras, así que el drama de cruzar el estrecho en una pequeña embarcación, lo vivimos constantemente; de hecho tengo muy cercano el caso de uno de ellos que sin saber nadar, se metió en una patera y sobrevivió hasta que lo soltaron en Barbate. Creo que tuvo muy buena estrella.
Gracias por tu historia. Nos leemos.
Un tema delicado que no estamos sabiendo solucionar de ninguna de las maneras y que siempre, de una u otra forma, clama a nuestras conciencias. Espero que «nada lo pare» y tenga mucha suerte como tú, Susana, con el relato. Abrazos
Al final son números de lo que los medios hablan, víctimas o supervivientes, devueltos o retenidos, pero detrás de cada uno hay una historia, una vida como la que nos cuentas, llena de lazos afectivos, desesperación, ilusiones, dolor, miedo… Gracias por recordarlo con un relato tan bello. Un abrazo y mucha suerte, Susana.
Has sabido relatar de una hermosa manera un drama que nos está arrebatando miles de vidas a las puertas de nuestra casa sin que nadie haga nada por remediarlo.¡ Cuántos sueños rotos y cuántas vidas truncadas! Impactante historia, Susana. Un abrazo desde los madriles míos y de mis niños