73, Así en el cielo como en la tierra
Me dedico a descubrir parajes auténticos, vírgenes de turistas y franquicias. Comprendo que mi labor ya no es posible aquí y decido emprender la ignota ruta del horizonte: cruzar las nubes, escalar galaxias, atravesar cascadas de estrellas.
A partir de un punto la senda se desdibuja, la tierra firme desaparece y mis pies se sumergen en vapor de agua, en cráteres de lunas y planetas, o se embarran con polvo sideral. A veces me vence la soledad, y, pese a que el cansancio se acumula, no desfallezco. Me consuela imaginar la pureza de una civilización, la sabiduría de musas celestes, descubrir la divinidad. Casi al borde de la extenuación me deslumbran ráfagas de luces. Abrumado, tardo en comprender que son las puertas del paraíso celestial.
Al atravesarlas me asalta el griterío de ángeles ambulantes ofreciendo descuentos por expiar mis pecados. Huyo. Doblo esquinas, cruzo avenidas. Todas plagadas de centros comerciales donde adquirir parcelas de cielo con vistas a la Osa Mayor, hamacas para las duermevelas del descanso eterno, alas ribeteadas con purpurina estelar.
Ha de llegar un nomento en el que el mundo se nos quede pequeño, o ya no nos pertenezca, porque inevitablemente hemos de pasar a otro, permanente e infinito, que bien podría ser como el más allá estelar que has dibujado con palabras y en tu imaginación.
Un abrazo y suerte, Elena
Gracias Ángel!!
Pobre hombre, menudo chasco se habrá llevado al hacer un camino tan largo para llegar y encontrarse al otro lado de las estrellas precisamente aquello de lo que intentaba huir. Una calamidad contada con bonitas palabras y mucho humor.
Enhorabuena Elena. Besos.