09. Conflictos interiores
Soy un ser solitario que se está volviendo viejo. Lo siento en mis huesos y en esos pensamientos que atormentan mi mente y hacen que cosas normales ahora me generan insólitos conflictos de conciencia.
Hoy me introduje en una casa, comí lo que encontré y me eché a dormir la siesta, Me costó conciliar el sueño por ese desasosiego que muchas veces me invade después de comer, pero al final me cubrí hasta las orejas y pude dormir.
Me sacaron del sueño unos ladridos agudos que, tras despertarme, se convirtieron en una voz de niña que llamaba: ¡Abu, Abu, Abu! No respondí; levanté una punta del cobertor y espié: vi los pequeños zapatos oscuros, unas bellas piernas que se perdían dentro de la falda breve y una capa de color sangre terminada en capucha que enmarcaba un rostro inocente y tentador.
–Hola, Abu, soy yo, Cape, te traigo tarta de fresas. –dijo la niña.
En ese momento mi conciencia me atacó con fuerza y yo me defendí: “Es la última vez que lo hago”, le mentí, y sin darle tiempo a réplica me dirigí a la niña:
–Hola, Cape. Ven, acércate y charlemos –le pedí con voz postiza.
Hola Jorge. Muy original la reescritura del cuento de Caperucita. Me ha gustado. Suerte.
Nos seguimos leyendo
Una vuelta de tuerca al cuento clásico, en el que un personaje pasa del prototipo de abuelita inocente, predispuesta para ser víctima y solo eso, a convertirse en el peor de los depredadores, con plena conciencia de lo que hace. Este auténtico lobo (y que perdonen los lobos, que a su lado son seres nobles) tal vez tenga «conflictos interiores», pero no deja que lo perturben y toma el peor de los caminos, sin que los años o la soledad puedan ser motivos eximentes de su terrible conducta.
Un abrazo y suerte, Jorge
Hola, Ángel. Gracias por tu comentario. Algunas veces quienes me leen tienen interpretaciones del texto diferentes a lo que yo pensaba al escribirlo, pero en este caso tuve la intención de dejar dos posibilidades de lectura: una, el clásico desde otro punto de vista y circunstancias, y otra, más fuerte, por si la historia del lobo no era lo suficientemente bestial para lo que pedía la convocatoria.
Un abrazo.
Hola, Fernando. Gracias por pasarte por aquí a comentar. Me alegra que esta versión decadente del clásico te haya gustado. Y, por supuesto, nos seguimos leyendo.
Un cordial saludo.
Este lobo se ha comido a la buela, aunque quiera luego suplantarla y charlar con su nieta postiza yo no me fiaría de él nada de nada. Suerte Jorge con tu relato y su capa de sangre.
Hola, Manuel, gracias por comentar y por desearme suerte.
Lo que tiene de cómodo el reescribir los clásicos es que no tienes que molestarte en pequeños detalles como describir qué comió el protagonista, ya que el lector lo tiene más que sabido.
Un cordial saludo.
Una interpretación » bestial» del cuento de Caperucita, que convierte a la pobre niña en «víctima» de un lobo, que aunque dice tener remordimientos, no parecen tales, Manuel. Un abrazo
Quizás se trate de falsos remordimientos, un autoengaño, una forma de poder convivir con la propia bestialidad.
Agradezco tu comentario, creo que es el primero tuyo que recibo y lo aprovecho para mandarte un enorme abrazo.
Hola, Jorge.
Atreverse a cambiar el punto de vista del narrador de un cuento clásico ya es mucho atrevimiento y la verdad es que no te ha salido mal. Suerte.
Un cálido saludo.
Hola, Ángel.
Cuando la imaginación escasea, hay que echar mano a lo que sea.
Gracias por tu comentario, me alegra que el resultado de mi atrevimiento
te haya gustado.
Un cálido saludo para ti.