61. Señales de perdición
Simón baja cada noche de la columna para andar sobre la arena del desierto y poner en circulación la sangre de sus piernas, comerse una penca de algún cactus, y sobre todo, para pillar la señal wifi de los dispositivos electrónicos que llevan los aventureros que suelen acampar por allí, por el oasis donde la cobertura es magnífica, porque él es asceta, y muy asceta, pero no perdona un First Dates o un Barcelona-Madrid, o sea, que es un farsante y tiene a todo el mundo engañado con su penitencia, hasta que lo han descubierto y la noticia ha llegado a todos los rincones del planeta por culpa del maldito internet. No ha tenido más remedio que reconocer que ha sido débil, que ha sucumbido a la tentación, pero que va a anular la cita que le habían preparado con una tal Magdalena de Damasco para el jueves en horario de máxima audiencia porque su intención siempre fue rehuir del ser humano y así será; en consecuencia, apoyado en un báculo, ha puesto rumbo a la caldera de un volcán, a ver si allí es verdad que no llega ninguna señal.
Por mucho que alguien intente esquivar la realidad, vivimos abocados al tienpo y las circunstancias que nos han tocado. Es difícil vivir como un ermitaño. Tu protagonista lo intenta pese a todo, pero es demasiado tentador y sencillo dejarse llevar por la corriente. A ver si en el volcán lo consigue.
Un relato sobre la soledad buscada y los problemas de un individuo para dejar de ser lo que es: social.
Un abrazo y suerte, Ana.
Simón es asceta, muy asceta pero creo que no es un farsante, muy farsante…es sólo que necesita algo más de tiempo. Original y divertido.
Nos leemos
Un Simón estilita moderno, con sus debilidades resulta mucho más creíble que el de la Historia. Me ha encantado, Ana.
Suerte y abrazo.
Gracias, compañeros, un abrazo a los tres.