57. Trampas de la memoria (fuera de concurso)
Camina absorta en el eco de sus pasos. Se detiene y hace presión con la maltrecha punta del pie en una de las tablas. Le gusta ese tenso crujido del suelo, el olor rancio del escenario, las arrugas del telón, el esplendor de los focos ahora apagados, el murmullo del público, las noches de estreno, los aplausos: sus aplausos. Abre los brazos y se inclina durante varios segundos. Se yergue con parsimonia y repite la reverencia. Atrapa al vuelo una flor irreal, simula olerla, interpreta un beso en los pétalos y la arroja con un rebuscado movimiento hacia la platea vacía. Saluda a los palcos, a los pisos superiores. Se abraza con fuerza a su torso y lanza besos en cualquier dirección. Sale y vuelve a entrar, quince veces, veinte, quizás más. Con la emoción pierde el resuello y la cuenta. Mira el reloj, restriega sus manos sobre la bata, se recoloca el moño y hace mutis mientras maldice esa mala cabeza de los últimos tiempos. Aún tiene que barrer los camerinos y no recuerda en qué parte de las bambalinas ha olvidado la escoba.
Precioso, Rafael.
No me queda claro si estás narrando el recuerdo lejano de una etapa anterior de una vida que la protagonista se empeña en no enterrar, o una fantasía de lo que pudo haber sido. En cualquiera de los dos casos, chapeau!
Un besazo.
Gracias, Ana María. Ambas lecturas me sirven 😉 Un abrazote.
Soñar no cuesta nada y alimenta el alma. Se puede decir en contra que luego aparece la realidad cruda, una ocupación que nada tiene que ver con la anhelada, además de algún que otro achaque de un cuerpo que no perdona, pero un mundo no se entendería sin el otro, se complementan y necesitan.
Preciosa historia, Rafael.
Un abrazo grande.
Gracias por tu comentario, Ángel. Sueños, realidad, pasado, futuro… Como bien dices, todo forma parte del mundo de cada uno. Un abrazote.
Brillante y poético. Enhorabuena.
Muchas gracias, Manuel, por tu comentario. Un abrazo.
Oh Rafael, qué final tan triste! Lo peor es que puedo imaginar esta historia como perfectamente real. Me encanta cómo nos lo has contado.
Nos leemos
Gracias, Isabel. Feliz de que te haya gustado. Un abrazote.
Rafael, además de un micro muy tierno escrito con delicadeza, tiene el valor añadido de engañarnos. Vemos a una estrella en el ocaso de su carrera, hasta que introduces la palabra bata. Y entonces todo cambia, y vemos a una mujer que sueña, y que pierde la cabeza a ratos.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Rosalía, por comentar. ¿Una estrella caída? ¿Una persona sin su estrella? Sea lo que sea, sucede en el escenario de la vida. Un abrazo.