73. Al fin (Aurora Rapún Mombiela)
Extrañamiento:
La mujer que se tintaba las canas, desayunaba avena y corría para mantenerse en forma había dejado de reconocerse.
Cuenta atrás:
Durante aquel año, el último de todos, sutiles detalles habían reescrito su piel, como un palimpsesto. Una mañana de septiembre, frente al espejo, una desconocida le sonrió abiertamente. Tras 40 años siguiendo las mismas rutinas, la persona malhumorada que acostumbraba a maquillarse la mala leche reflejaba, por primera vez, alegría.
Tres:
Un jueves de octubre, de esos en los que solía refunfuñar, sus piernas dejaron de ser las suyas. Ligeras y saltarinas, la sorprendieron con un baile improvisado.
Dos:
Al mismo tiempo que la desconocida se apoderaba de su cuerpo, su yo iracundo se diluía hasta transformarse en un ser equilibrado. Noviembre fue luminoso.
Uno:
En diciembre, de aquella mujer primigenia apenas quedaba algún rastro imperceptible.
Despegue:
En el aperitivo que organizaba la empresa para sus empleados cuando llegaba el momento, le desearon lo mejor y le regalaron un reloj.
Al atravesar la puerta de la oficina por última vez, tiró la tarjeta del fichaje de control horario a una papelera. Extendió los brazos y voló.
Reconozco que me ha costado entenderlo en la primera lectura aunque, a medida que avanzaba, el texto me iba llegando incluso sin haber captado el fondo. Eso sí, la segunda lectura, ya sabiendo por dónde me andaba, la he disfrutado un montón. Qué digo uno, ¡dos o tres montones, por lo menos!
Me parece una historia preciosa y cuenta de una manera muy original ese momento ansiado por muchos y temido por no pocos. A mí me dieron ganas de abrir los brazos al final para volar con ella. ¡Bravo, Aurora!
Mucha suerte, un besote y Muy Feliz Navidad.
Me alegra que hayas tenido la generosidad de leerlo una segunda vez para extraerle su jugo y que lo hayas disfrutado. Ese camino hacia la liberación que esperamos recorrer algún día, pero que todavía nos queda lejano. Un abrazo fuerte, Ana María.
Aurora, un micro fantástico, muy bien llevado de principio a fin para mantener la intriga y con una estructura súper original.
Me identifico con tu protagonista porque angeli que llegue ese día, a ser posible antes de que se me coman los achaques. Por suerte,todavia voy contenta al trabajo, lo cual no es poca cosa.
Un abrazo y suerte.
Me pasa lo mismo que a ti, Rosalía. Pero aún tendremos que esperar. Disfrutemos del camino. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo fuerte.
Serán cosas de la edad y de los años que vamos sumando, pero siento que cada vez hay más personas a mi alrededor jubiladas, prejubiladas o a punto de llegar a ello. Reconozco que me dan una sincera envidia. Me gustaría estar en su lugar. El retiro no será la panacea, pero si hay salud y aficiones debe de ser una sensación enorme de liberación. Te aseguro que comprendo muy bien a tu protagonista.
Un abrazo grande, Aurora, suerte y felices fiestas.
Cierto, Ángel. Van llegando los compañeros a edad de jubilación y una se imagina qué se sentirá al disponer de tanto tiempo para volar. Lo difícil es disfrutar del día a día y no perderse nada, pero se intenta. Por cierto, tus seres humanos juegan al escondite por la casa y luego me cuesta reunirlos para cenar. Un abrazo fuerte, Ángel.
Seguro que están encantados en tu casa, Aurora. Muchas gracias y otro abrazo grande.
Aurora, me ha gustado mucho la estructura de tu relato. Muy original. Y ese final con tanta luz. Libre, por fin, para vivir.
Un abrazo
Me alegra que te haya gustado, María. Estoy últimamente experimentando con las estructuras. Explorando. Hasta que llegue esa jubilación si achaques, disfrutemos del presente. Un abrazo muy fuerte.
Hola Aurora,
yo suscribo todo lo que te ha dicho Ana María Abad, incluyendo la necesidad y gran placer de releer tu pequeña historia.
Nos leemos
Gracias por esa segunda relectura. Con tantas cosas interesantes para leer, se agradece mucho ese tiempo extra dedicado a mi pequeño texto. Un abrazo fuerte.