32. HUMO
Cuando yo era niña, recuerdo que me fascinaba observar el recorrido de los aros de humo que exhalaba mi padre cuando fumaba uno de sus canutillos de tabaco.
Tras envolver el fino picadillo dentro de un papel, delgado como una cuchilla de afeitar, prendía una cerilla y disfrutaba durante largo rato de aquella obra de arte de la manufactura.
Yo no conseguía entender cómo algo tan indomable y volátil como el humo, podía obedecerle hasta enroscarse sobre sí mismo y girar en unos aros perfectos hasta deshacerse en el aire.
Creo que aquellos momentos únicos, siguiendo el vuelo azul de esas volutas, fueron mis primeros contactos con la belleza, efímera pero absoluta.
Mi padre murió demasiado joven, llevándose la fascinación con él.
Ver cómo los mayores fumaban, signo inequívoco de ser adulto, era algo que nos ha fascinado a muchos. A mí, por ejemplo, me gustaba mucho de pequeño el anuncio de Marlboro, con un cowboy moderno que encendía la cerilla en su cara, y el estilazo de Humprey Bogart fumando, y las pipas de madera, que me encantan como objeto. Hoy el tabaco está mal visto, hasta a Lucky Lucke han querido redibujarlo sin su eterno cigarrillo en los labios. Estamos en otros tiempos en los que prima el mensaje de la salud, porque el humo tiene un indudavle lado oscuro, pero la nostalgia y los recuerdos nos acompañan, son parte de nosotros y, sin renegar del presente y del futuro, es un ejercicio sano volver un poco la vista atrás, como tu protagonista, de quien intuyo visos autobiográficos.
Un relato entrañable, Puri. Un abrazo y suerte.
Mientras fui fumadora, nunca conseguí hacer aros con el humo, eso solo estaba reservado a los elegidos. A quienes, como Humphrey Bogart, o Rita Hayworth, tenían un aura de misterio cautivador a su alrededor. El cine nos vendió el tabaco y nos robó la salud.
Tiempo después, fumar se convirtió en algo propio de los villanos de la gran (y pequeña) pantalla.
Desde luego, Puri, si hay algo que puede representar la kalopsia en el siglo XX, sin duda es el tabaco. Has dado en la diana, y con un relato intimista que toca el corazón.
Un abrazo y suerte.
Hace más de 20 años que dejé de fumar y aunque, conseguirlo al tercer intento, es algo que me hizo feliz, he de reconocer que todavía, en algunos momentos recuerdo el gran placer que me producía. Esa inolvidable imagen de Sara Montiel fumando con un soporte larguísimo, resultó algo icónico en su época.
Has escrito un relato lleno de amor y recuerdos entrañables con el humo del tabaco, algo que hoy en día solo es posible en ciertos espacios. Ha sido bonito leerlo.
Gracias, Angel. En efecto, mi relato esta vez es autobiográfico y describe el vívido recuerdo de algunos instantes mágicos, que se graban en la retina de una niña y que jamás mueren. Magnífico el resumen que has hecho de mi pequeña historia. Un abrazo, querido amigo.
Gracias por tu reflexión, Rosalía. Es tal como dices, en el cine y en la vida. El tabaco, su aroma, su humo azul…Mmmmmm. Sigue siendo mi único vicio, abandonado por largos períodos que se me hicieron eternos y, en definitiva…¿Morirse sano tiene algún sentido? 😆
Gracias, Isabel, por leer y comentar mi pequeña historia. Son recuerdos de una magia ya desaparecida, que se fue con mi padre pero que pervive en mi memoria, y hoy ha aflorado aquí. Un abrazo, guapa.
Qué relato tan bueno, Puri. Qué imagen de la belleza tan bien descrita, indomable, volátil, efímera, absoluta. Y qué bien dibujada la kalopsia con ese cierre brutal, tan seco, tan terrible.
Un abrazo y mucha suerte.
Graaaacias, Rafa. Tan cariñoso como siempre, y comentando como si te metieras realmente dentro del relato. Este es totalmente autobiográfico y de recuerdo tan nítido que me ha resultado muy fácil de plasmar. Otro abrazo, amigo.
Fumar como obra de arte de precio demasiado elevado. Me ha gustado mucho, Puri. Un abrazo.
Hoooola, Ana. Muchas gracias, guapa, por tu comentario. Y sí, es cierto, hoy fumar es un vicio caro, sobre todo si el tabaco es rubio, pero mi padre liaba sus cigarrillos de tabaco negro por poco dinero porque no se podía permitir comprar una cajetilla de americanos con filtro, claro. Un abrazo.
Más bien me refería a que te puede costarla vida. Aunque su precio en efectivo también es caro.
En efecto, es caro y nocivo, sí.