42. Hojas de otoño (Susana Revuelta)
Parece una canción de Miles Davis lo que se oye en el callejón. Suena bien; un transeúnte incluso se detiene —pese al frío helador de esta noche de enero— al llegar a la esquina. Afina el oído, gira la cabeza buscando de dónde procede la voz y descubre a un tipo, greñudo y andrajoso, acurrucado en el embalaje de un televisor Samsung. A ratos canturrea o bebe de la botella o aspira una calada de humo, y sobrecoge al transeúnte ver la paz que irradia de su semblante al llevarse el cigarro a la boca, chuparlo con fruición, saborearlo como nunca antes había visto.
Se arrellana entre las sombras, hechizado por la melodía de Autumn leaves, hasta que el tarareo se licúa en sollozo al quemarse el pordiosero los dedos con la colilla consumida. Le escucha entonces gemir «my darling, my candy, the lovely thing, my sweet Adeline» y se aleja conmovido, fantaseando con la mujer fatal que desgarró el alma del pobre infeliz. Idea más lírica que imaginarle gastando las limosnas en vodka barato en un burdel lúgubre, donde la más vieja y triste de las putas, al despedirle, le prende entre sus labios rojos de carmín un cigarrillo.
Ese vagabundo, que a pesar de que la mayoría de los viandantes finja no verle, está presente, hace que más de uno se pregunte cómo llegó a esa situación, aunque luego sigan con sus cosas. En el momento de plenitud, mientras disfruta de su cigarrillo, es envidiable por la paz que transmite. Cuando se le termina, aparece otra fea realidad, que vuelve espejismo la primera.
Un personaje de otro mundo, aunque esté en el nuestro, lleno de contrastes y claroscuros.
Un abrazo y suerte, Susana.
Casi siempre se me ocurre un pasado para estas personas que te encuentras a la deriva por las calles, es inevitable, y es probable que su realidad supere mi ficción.
Un abrazo, Ángel.
Susana, muy bien colocado el título: las hojas de otoño se desprecian como basura que hay que quitar de las calles. Al igual que tratamos a estas personas abandonadas a su suerte.
Duro y desesperanzador, pero muy real.
Me ha gustado.
Es muy descorazonador ver a qué límites puede llegar algunos seres humanos que cohabitan con nosostros y pernoctan a escasos metros, en el frío asfalto, y nopsotros tan a gusto debajo de la manta.
Un abrazo, Rosa.
Con que ternura y mino lo despide esa vieja y triste puta y que pena que la palabra puta suene tan intensamente aunque se diga flojito, el resto de los adjetivos que van junto a ella, apenas suenan.
Has contando muy bien tu pequeña y triste historia.
Nos leemos
Un gesto amable, una palabra gentil es todo lo que se llevan algunos en su haber al terminar el día. Lo demás, todo penurias y degradación.
Un abrazo, Isabel.
Un pequeño gran relato con banda sonora, en el que se contrapone la visión del transeúnte que se detiene y la cruda y triste realidad.
Y aquí estoy, con Adeline y con el tema que da título a tu historia en YouTube. Muchas gracias por traerla a este rincón. Música y literatura son una combinación perfecta.
Un abrazo y suerte.
Música y literatura son dos tablas de salvación. En distintas proporciones según la persona, la hora o el día que estés teniendo, pero lo son.
Un abrazo, Rosalía.
Susana, leí tu micro la semana pasada y me encantó. No conocía Autumn Leaves, y al escuchar la versión de Eric Clapton, con esa voz más gastada, imaginé que era tu mendigo cantando. Está claro que la música puede hipnotizar, como le pasa a tu transeúnte. Y cuando suena bien puede transportar a otros mundos, distintos, desde luego, del duro mundo en que vive el pobre intérprete. Gracias por tu relato y por descubrirme la canción. ¡Suerte!