49. Los otros
Los días aquí son cada vez más aburridos y por eso acudo a presenciar los juicios que se celebran a todas horas. Es mi única distracción. En el último al que asistí acusaron a un joven ateo alemán, estudiante de medicina, soltero, amante del jazz, juerguista y mujeriego, que se había caído por el hueco de una escalera cuando huía de un marido celoso. Las vidas de aquellos que son declarados culpables me parecen fascinantes, algo que yo no podré tener jamás, y, lo reconozco, sin poderlo evitar, también me llena de envidia.
A veces miro a los que me acompañan, casi idénticos a mí, y me pregunto qué habría sentido si me hubiera comportado como los otros, como los condenados. Es entonces cuando tengo la certeza de haber perdido el tiempo, ahora que ni siquiera puedo añorar sus secretas emociones, y luego, al acercarme para verlos descender, arrogantes y con esa indolencia que me fascina, hacia las mazmorras donde serán desterrados, sueño con poder compartir algún día su destino. Pero siempre hay allí un ángel custodio que me aparta de la entrada y mi alma nunca logra disfrutar del reconfortante calor que se intuye más allá del umbral prohibido.
Inquietante tu personaje que envidia el sufrimiento de los humanos. Quiero pensar que es un alma perdida, y aburrida necesitada de emociones mundanas. No sé si va la cosa por ahí.
Muy bien narrado, me gusta.
Ya sabes que siempre deseamos tener lo que no poseemos, porque, por lo que sea, nos parece mejor. En este caso son todas esas emociones de las que se ha privado en su vida, quizá por esperar quién sabe qué.
Muchas gracias por tu comentario, Rosa, y un abrazo.
Jajaja, muy bueno, ese alma que, desde el cielo, añora los infiernos donde van los que han tenido una vida más interesante que la suya. ¿Será así el Paraíso, frío, aséptico, aburrido…? Habrá que planteárselo entonces, ahora que todavía estamos a tiempo.
Un besote, Rafa, y mucha suerte.
¿Quién lo sabe? Lo del Paraíso, digo. En cuanto a la otra cuestión, si hacemos caso a los clásicos, ya lo expresaron muy bien y con dos palabras: carpe diem.
Un abrazo para ti, y muchas gracias por comentar, Ana María.
Si tuviera que ponerle un adjetivo a la kalopsia de este pobre personaje, sería «ardiente», porque, ¿qué otra cosa puede hacer más que arder en deseos por tener justo eso que no puede? Demasiado frío ha de ser el cielo, y demasiado bueno ha de haber sido él en su vida terrenal como para querer disfrutar del «reconfortante calor del infierno», si no, no se entiende, moraleja: es preferible el calor del infierno al «invierno» del paraíso…
Pese a lo inquietante, me gustó y mucho, Rafa.
Besos desde la Patagonia Argentina😘😘😇😇
«Arder en deseos» podría haber sido un título perfecto para el micro, Mariángeles.
A saber cómo habrá sido la vida terrenal de ese personaje para desear haber experimentado las emociones de las que han disfrutado los otros… aunque también es posible que su penitencia eterna sea ese continuo desear sin poder alcanzarlo, y esté en un infierno sin ni siquiera saberlo. Inquietante, sí.
Un abrazo para ti, y muchas gracias por comentar.
Si hay un cielo y un infierno, estoy convencida de que el segundo debe ser mucho más divertido para pasar en él la eternidad. Por no hablar de que para llegar a él hay que vivir intensamente, que es lo que le ha faltado a tu personaje. Lástima que no haya segunda vuelta para cambiar lo que hicimos, o hacer que no hicimos…
Un abrazo y suerte
Bueno, al menos los otros se llevan consigo el recuerdo de todo lo que han vivido (y parece que no se lo han pasado mal del todo). Desde luego, desde ese punto de vista, y por lo que se ofrece en el otro lado, sea el que sea, efectivamente el infierno debe de ser mas divertido, y más calentito, sin duda.
Otro abrazo para ti, Rosalía, y muchas gracias por tu comentario.
Está claro que nunca estamos conformes con lo que tenemos, una actitud que nos ha hecho mejorar y perdurar como especie, pero tamnién vivir en inquietud constante, hasta el punto de anhelar el misno infierno.
Un abrazo y suerte, Rafa.
Los que somos buenos, Ángel (como te conozco sé lo bueno que eres –además tu nombre te delata–, y yo… perdón por la inmodestia…), como te decía, los que somos buenos nunca estamos conformes con lo que tenemos porque, a qué negarlo, el mal nos atrae, y es que como han dicho más arriba, es mucho más divertido, y entretiene más y da mucho más juego. No sé si a ti te habrá pasado, pero yo he caído i̶n̶n̶u̶m̶e̶r̶a̶b̶l̶e̶s̶ m̶u̶c̶h̶í̶s̶i̶m̶a̶s̶ algunas veces en la tentación, por esa inquietud constante de la que hablas, aunque siempre me he arrepentido, eh, que tampoco quiero acabar en el infierno.
Otro abrazo para ti y muchas gracias por tus comentarios.