65. La cara y la cruz
Pisar la nieve por primera vez le pareció muy divertido. La nieve. Ese manto blanco, suave, crujiente y frío. Corretear, como niño que era, calle arriba, calle abajo, haciendo círculos y eses sobre aquella esponjosidad tan extraña le fascinó con el encanto que producen esos descubrimientos, hasta que notó dolor en los pies descalzos y buscó a su madre para que remediara el daño. Y remediar el daño no era sino mas que calentarle los deditos morados con las palmas de sus manos y su aliento, calzarle con sus medias zurcidas y viejas, dejarle sentado frente a la ventana, hechizado por el resplandor de la calle, arrimado a las ascuas de un mísero brasero y el deseo de que la nevada se derritiera pronto y no se convirtiera, durante semanas, en un inmisericorde paisaje de hielo. Qué inocencia la suya en aquel momento, tan maravillosa, y qué triste la situación de su madre, que no tenía para comprarle unas simples botas. Pero qué bonita le pareció entonces la nieve, qué felicidad tan grande la suya. Y qué duro es en realidad pasar frío; qué duro es el invierno.
Ay, Ana, tan mayor y sigo siendo como ese niño. En el Mediterráneo la nieve no se deja ver, quizás por eso la añoro. Sin embargo, hace poco estuve en Soria, y una persona que vive allí me hizo ver todos los problemas asociados al frío, a la nieve y al hielo. Debe ser muy duro, no sé si llegaría a acostumbrarme, pero es taaaan bonito….
Un abrazo calentito y mucha suerte.
Qué bello relato. Y que distinta la visión del niño a la del adulto. Por eso los chiquillos ríen y juegan ajenos a la realidad que les rodea. Bendita inocencia. Y qué bien contado, Ana.
Un saludo.
Pues sí, suscribo todo lo dicho por mis dos compañeras, y añado que ojalá los niños puedan seguir viendo la belleza de la nieve con esa inocencia tan blanca, que de los problemas que acarrea ya nos ocuparemos los mayores.
Muy linda historia, aunque triste. Besos y suerte, tocaya.
Bendita inocencia la de quien descubre el mundo por primera vez, viendo solo el lado amable, sin sospechar siquiera la existencia de un lado paralelo y oscuro; aunque también es cierto que llegó un momento en el que este pequeño sintió daño, que aprendió que el frío también muerde. Sin darse cuenta, ha empezado a aprender y a vivir.
Un relato lleno de ternura y perfectamente descrito.
Un abrazo y suerte, Ana