62. TRAS EL CRISTAL
Adela, por fin, ha quedado con su hijo. No se ven desde lo que pasó hace año y medio. Todo es muy frío y él rompe el hielo contando lo bien que está. Esta mañana, antes de que los primeros rayos del sol entraran de manera oblicua en la habitación por el alto ventanal, ya estaba levantado, contento. Se ha acostumbrado a no tener persiana, lo agradece. El día le parece precioso. Ha bajado a desayunar. Después de un café, muy aguado, y cuatro galletas con un regusto rancio, pero que te entonan el cuerpo, comienza las tareas. El tiempo pasa despacio. Con los colegas ha estado de animada charla fumando cigarrillos hasta quemarse los dedos. A la hora de la comida puré, grumoso, y pollo, duro, que le saben a gloria; el cocinero mejora. «Estoy muy bien, no te preocupes», le dice a su madre a modo de despedida mientras ambos apoyan sus manos contra el cristal que los separa. Ella le ve salir por la puerta del otro lado del cuarto a tachar un nuevo día de todos aquellos que dijo el juez que debía cumplir.
Has conducido muy bien el relato hasta un final que me parecía entrever, aún sabiéndolo ha cuadrado bien. El estado de ánimo del chico supongo que tiene que ver con la visita de su madre, me ha enternecido. En situaciones así el amor incondicional de alguien es básico para aguantar el día a día.
Muchas gracias, Rosa. Sí la importancia del amor siempre, más en esas situaciones.
A veces la kalopsia es necesaria para sobreponerse a los momentos más duros de la vida. Me gustaría pensar que ese hijo que llega a creerse lo que cuenta a su madre mientras intenta dibujarle un panorama menos desolador.
No sabemos que delito cometió pero, sin duda, es un buen hijo.
Un abrazo y suerte.
No conocemos el delito, pero la culpa la pagan él y su madre.
Muchas gracias, Rosalía
Cuesta creer que la reclusión en la que vive este joven sea algo para ilusionar a nadie, pero este recluso no quiere añadir más preocupaciones y sufrimiento a su madre, que con el que ha tenido que asumir ya debe de tener bastante. Aparte, no le queda otra que acostumbrarse y ver un lado positivo, aunque seadñ difícil encontrárselo.
Un saludo y suerte
Gracias, Ángel. Amor y sufrimiento siempre unidos a las madres.
Chema como me alegro que andes por aquí, así curras un poco, que lo tienes abandonado lo de escribir y te sale muy requetebien. Bravo por este relato tan íntimo, tan suave y plácido de leer que hasta yo mismo he pensado que en el fondo está bien ahí dentro. Lo mucho que nos eforzamos para que el otro/a al que queremos pueda sufrir lo menos posible. Bravo!
Muchas gracias, Manuel. Tus ánimos siempre son una gran fuerza