66. Nada es lo que parece
Cuando desapareció el universo azul los grillos dejaron de cantar, las ruedas de los carros apenas marcaban su huella en el barro reblandecido del otoño, las estrellas abandonaron el carrusel que flotaba encima de mi cuna para posarse en las casacas de los coroneles. Quise llorar, y pude hacerlo porque descubrí mi chupete entre las fauces del gato del vecino, porque probé el repentino amargor de mis pulgares, porque se reveló en la piel acuosa de los sapos el perfume de una flor. Pero no fue hasta que escuché mi nombre de los labios de aquella mujer de lana y hojas de laurel, que comprendí el peso de los años, el picor del ajo en los leotardos de una bailarina, la lágrima encendida de una virgen abandonada en el trayecto de un desfile militar. Así sobreviví al mayo del sesentayocho, al domunt clavado en la piel púrpura de los pupilos de una escolanía, a la revolución de los claveles, a los miércoles de ceniza en la cripta clandestina del prior, al quinceeme, ahogado bajo el peso de una almohada como el placer en un coitus interruptus. Así moriré, con el gesto atónito de un niño ante un truco de magia.
Poesía pura para dejarse llevar, leer y releer. Aunque, como el protagonista, sabemos que una parte del deslumbramiento acabará por apagarse. Lo interesante en el personaje es su gesto atónito, que no pierda su capacidad de asombro. si a todo ello se une la manera de contarlo, tendremos un relato que es un lujo.
Un abrazo y suerte, Juancho
Como Ángel, para mí también es un placer leer y releer esta vida resumida en un micro lleno de imágenes sorprendentes. Prosa poética nivel dios, ideal para dejarse mecer por ella.
Un abrazo y suerte.